Nunca una colonia de cabras asilvestradas, comunes y corrientes, sin ningún rasgo que las haga especiales desde el punto de vista de la biología, sin ninguna particularidad destacable desde el punto de vista de la ciencia natural, la fauna o la biodiversidad, han levantado tanta polémica en Eivissa. Una cincuentena de cabras sobreviviendo en un islote escarpado de 62 hectáreas, sin apenas alimento ni agua dulce. Un número de ejemplares muy superior al que el islote puede soportar, sin que su presencia suponga un grave peligro para la flora -en especial la endémica- propia y exclusiva de Es Vedrà. Claro que es discutible que lo mejor fuera acabar sacrificándolas, cosa que por otra parte se ha hecho toda la santa vida allí donde las cabras asilvestradas han proliferado de mala manera y fuera de control. Claro que lo mejor es trasladarlas a otro lugar sin tener que acabar con ellas. Pero tampoco puede decirse que se trate de rinocerontes de Sudáfrica al borde de la extinción a los que hay que salvar a toda costa de los cazadores furtivos, aunque haya que transportarlos centenares de kilómetros en helicóptero colgados de las patas uno a uno.

Se trata de cabras comunes y el riesgo -y el coste, caray, díganlo claro- que supone capturadas vivas y trasladarlas a un sitio adecuado es inasumible, cuando hay tantas necesidades en cuestiones mucho más relevantes. ¿Acaso a alguien le parecería bien que se pusiese en riesgo una sola vida o que se destinase una cantidad importante de euros para capturar a las pobres cabras? Seguro que no. Se ha optado por la solución más lógica, más fácil y más barata. Lo que sucede es que mucha gente se siente agredida por quién lo ha hecho, no por el cómo y menos por el por qué, pues está plenamente justificado. Lo peor es que el Partido Popular se apunte de forma oportunista al carro de los animalistas, porque llegado el caso ellos hubiesen hecho lo mismo -lo que indicaron los técnicos-. O peor, no hubiesen hecho nada, consintiendo que las dichosas cabras arrasasen con la última brizna vegetal que quedase en Es Vedrà. Y a la viceversa, los partidos de izquierdas se hubiesen pegado un festín si quien hubiese tomado la decisión de liquidar a los ejemplares caprinos hubiese sido el PP. En suma, todo un despropósito y un exceso con insultas y amenazas incluidas. ¿Es mucho pedir un poco de responsabilidad y mesura?