Se podrá estar o no de acuerdo con las ideas y decisiones de Miquel Vericad, un conseller que desde que ha llegado al Consell d’Eivissa siempre ha intentado hacer pedagogía, explicar las razones y los porqués de todas las decisiones tomadas por su departamento. Lo que no se puede tolerar bajo ningún concepto son las terribles amenazas que en los últimos días ha recibido el político de gentuza que nada tiene que ver con la defensa de los animales y se merece que todo el peso de la ley caiga sobre ellos. A estas alturas de la película, la inmensa mayoría de los ibicencos tenemos claro que las cabras ya no pintaban nada en es Vedrà, pero también somos más los que creemos que sacar a las cabras del islote con vida era viable, así lo han demostrado los «bárbaros» vedraners año tras año. Y la excusa del «alto coste económico» no se la cree nadie.

Como descendiente de habitantes del norte de la isla tengo que confesar que nunca he sentido un afecto especial por el islote de es Vedrà, a pesar de su indudable belleza. Al contrario que por el islote des Canaret, de dimensiones infinitamente inferiores pero que también sirvió como corral de gallinas y conejos al iai Marçà. Al menos así me lo han explicado siempre en casa.

Entiendo que en los últimos días los responsables de la decisión de acabar a tiros con las cabras de es Vedrà no lo habrán pasado demasiado bien al irse a dormir después de leer todo lo que se comenta de ellos en las redes sociales. Sin embargo, al conseller Vicenç Vidal y a la directora general Caterina Amengual se les pasará en dos días. En cambio, a Miquel Vericad, que es quien menos culpa tiene y es un hombre que ama a esta isla, el mal trago se le hará eterno.