Jesús en el Evangelio de este tercer domingo de Cuaresma hace alusión al caso de los galileos que Pilato hizo matar; como a los dieciocho más que murieron aplastados por la Torre de Siloé que cayó sobre ellos. El Señor nos da a entender que aquellos hombres que sufrieron la desgracia no eran más culpables que todos los demás galileos. Jesús nos recuerda que todos somos pecadores, y sino entramos por el camino de la conversión, también pereceremos. Dios es justo y da a cada persona lo que se merece. Es cierto que Cristo ha venido a reparar nuestros pecados y nos ha abierto las puertas del Cielo. Ahora bien, nosotros tenemos que arrepentirnos del mal que hemos hecho y del bien que no hemos hecho; solo de este modo Dios nos librará del castigo merecido. Cuando llegue el dolor, que más pronto o más tarde llegará: sufrimientos físicos o morales, el desprecio, la soledad, la pérdida de un ser querido, o sea, las pruebas y tribulaciones que nos sobrevengan, pensemos que no solo estas cosas nos purifican- si sabemos ofrecerlo al Señor,- sino que Jesús nos une a su Pasión.

Jesús, hoy también nos habla de la parábola de la higuera esteril. Dice que un hombre tenía una higuera, y fue a buscar en ella fruto y no lo encontró. Entonces dijo al viñador, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera sin encontrarlo. Córtala. El viñador le respondió: Señor, déjala también este año hasta que cave a su alrededor y eche estiércol, por si da fruto; sino ya la cortarás. Jesucristo pone de relieve la paciencia de Dios en la espera de esos frutos. Él no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. La misericordia divina, sin embargo, no puede llamarnos a descuidar nuestros deberes, adoptando una actitud de pereza y comodidad. Hay cristianos que podrían hacer y dar más, y no se deciden.

La gracia de la fe no se ha dado para que está oculta, sino para que brille ante los hombres (Mt. 5, 15-16). El Señor, en esta cuaresma brinda una nueva y hermosa oportunidad para unirnos a Él por la fe y la penitencia. ¿ Nos decidimos a aprovecharla?. La vida cristina es una maravilla porque nos da alegría, serenidad, esperanza y paz.