El Ayuntamiento de Sant Antoni pagará 72.600 euros al exalcalde socialista de Barcelona, Jordi Hereu, para que les muestre cómo salir del modelo turístico de borrachera y sol y playa que tanto desprestigia la imagen del pueblo. Un dinero invertido que no servirá de nada si los portmanyins no son capaces de arremangarse y poner todo de su parte para dar un giro de 180º y que Sant Antoni sea lo que sus vecinos quieran que sea. Porque no hay nada que irrite más a los habitantes del núcleo urbano que oír que su pueblo es lo más feo de la isla de Eivissa (que conste que yo no lo he dicho, porque hay zonas de la ciudad de Eivissa que tampoco tienen desperdicio) o, y lo que es peor, que escuchen a gente mayor decir que Sant Antoni era el pueblo más bonito de la isla. La llegada masiva de turistas a mediados del siglo pasado convirtió a aquel bucólico puerto de pescadores de casitas encaladas en una población sin alma (esto sí lo digo yo). No obstante, las administraciones públicas saben que el informe que dentro de siete meses debe estar redactado de poco servirá sin la implicación del sector privado. Creo que la mayoría de hoteleros y comerciantes de Sant Antoni son conscientes de que sus negocios ganarán si se consigue que llegue al pueblo un tipo de turista con un biorritmo más pausado que el actual. Y, a ser posible, dispuesto a rascarse el bolsillo en una buena cena y uno o dos gintonics, en vez de gastarse el presupuesto en comida rápida y diez chupitos cada noche. Por cierto, Jordi Hereu presumió el pasado lunes de haber gestionado una gran ciudad como Barcelona entre los años 2006 y 2011. No dijo, en cambio, que su mandato sirvió para aupar a Convergència i Unió por primera vez al balcón de la Plaça de Sant Jaume, donde está la sede del ayuntamiento de la Ciudad Condal. Esperemos que tenga más éxito en su faceta de empresario que como alcalde. Sant Antoni lo necesita.