Me sorprende la escasa repercusión que ha tenido en Eivissa el caso de María Teresa Gregorio, la ibicenca que está atrapada en Moscú mientras espera un salvoconducto para su bebé. Me llama la atención que nadie del Consell, ni el presidente, ni Viviana, siempre tan sensible con las personas, hayan abierto la boca sobre el caso, intentar aportar su granito de arena, su influencia política, con el fin de contactar con las autoridades españolas en Moscú para buscar una solución. No me parece mal que el PP presente en el Parlament una propuesta para exigir al Ministerio de Asuntos Exteriores que dé un salvoconducto a María Teresa, pero sería mucho más práctico que llamasen directamente al ministro y solucionasen el problema. Porque de lo que se trata es de salvar la maldita burocracia para ayudar a una ibicenca que, con todo el derecho del mundo, intenta regresar con un bebé, que solo le esperan los orfanatos rusos en caso de no poder volver con su madre. Nadie propone que se incumpla la ley y que el bebé salga ilegalmente del país. Pero sí se trata de buscar una solución provisional mientras los jueces deciden si es legal o no la adopción de un bebé nacido en un vientre de alquiler. El caso de María Teresa es un drama personal que requiere más implicación política y social. Una sociedad que cada día es más solidaria, que lucha por la igualdad de los ciudadanos, tiene que ser más activa cuando una persona de aquí, ibicenca, vecina nuestra, está viviendo una auténtica pesadilla en Moscú, con escasos recursos ya para pagar el alto alquiler en una de las ciudades más caras del mundo. Una amiga periodista me decía el otro día: «Si fuese mallorquina abriría los informativos de la tele autonómica». No sé si eso es así, pero María Teresa Gregorio merece una mayor atención, un toque de atención, que al menos sepa que aquí en Eivissa hay gente que se preocupa de ella. O se hace algo rápidamente o dejaré de creer en los eslóganes solidarios de determinados partidos políticos.