Vergüenza. Shame. Honte. Vergogna. Schame. Vergonya. Da lo mismo el idioma, hay que ser muy mísero para jugar con la miseria de otro. Las imágenes de unos pseudoaficionados holandeses lanzando monedas y billetes encendidos en fuego a unas mendigas en la plaza Mayor de Madrid deberían hervir la sangre de cualquier mortal y no es por la primavera. Al día siguente, más de lo mismo en Barcelona. Imágenes similares en Liverpool. Y en Roma, unos desalmados del Sparta de Praga orinaban a un mendigo en el Puente de Sant’Angelo. La miseria humana se extiende a marchas forzadas entre la sociedad.

Hace ya siete meses, el 3 de septiembre, la imagen del pequeño Aylan Kurdi conmovió al mundo y los organismos internacionales se reunieron de urgencia para poner freno a la sangría que se está produciendo en Siria. Un espejismo.

Centenares de niños han tenido desde entonces un final igual de trágico que el del pequeño de 3 años ahogado en las costas turcas junto a su familia. La imagen de Aylan yaciendo en la playa está inmortalizada en forma de grafiti de 120 metros cuadrados en una pared frente a la sede del Banco Central Europeo, en Fráncfort. Pero nada se mueve en Europa. Bueno, sí: columnas de ciudadanos que huyen de la guerra dejando imágenes más propias de la primera mitad del siglo pasado. Éxodos que acaban hacinados en campos de refugiados y más imágenes para la reflexión. Cajas de cartón destrozadas que podrían servir para guardar cochecitos, peluches o muñecos de Buzz Lightyear o Superman. Cajas que en estos campos acaban siendo cunas para unos pequeños que no entienden de guerras ni de miserias humanas.