Aún estoy alucinado con todo lo que rodea a los llamados Papeles de Panamá, 11,5 millones de documentos internos del despacho de abogados Mossack Fonseca que han sido filtrados al alemán Süddeustche Zeitung y al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación del que forman parte un centenar de medios, entre ellos los españoles El Confidencial y La Sexta. Cada día que pasa, cada nombre nuevo que sale a la palestra, estoy más indignado. Y es que al paso que vamos, como dice el poema de Blas de Otero Me llamarán, nos llamarán a todos,«aquí no se salva ni Dios, lo asesinaron».

La lista es alarmante con políticos, artistas, deportistas... Aparecen, con mayor o menor implicación, Pilar de Borbón, Leo Messi, Vladimir Putin, Mario Vargas Llosa, Oleguer Pujol, Mauricio Macri, Jackie Chan, la familia Escarrer, principal accionista del Grupo Sol Meliá, una docena de miembros de la familia Domeq, o Pedro Almodóvar, quien hace muy poco afirmó muy serio aquello de «me identifico con los chicos del 15-M». Todos podrán alegar en su favor que su aparición en estos documentos no implica que sean unos criminales, pero señores míos, más allá de una posible ilegalidad lo que han hecho es, cuanto menos, inmoral.

Me tacharán de demagogo pero creo que con los tiempos que corren y después de conocer informes como el que hizo ayer público Caritas asegurando que la pobreza se hereda y que el 80% de los niños pobres lo será de adulto, viendo a los refugiados en Grecia y en Turquía y viendo las condiciones de vida en Siria, Irak, Afganistán o en países de África, lo que han hecho estos señores, aunque sea legal es, como diría mi madre, muy castiza madrileña ella, «de juzgado de guardia». Seguro que ninguno de los que aparece en la lista irá a la cárcel, son muy poderosos, pero para mí y para mucha gente, ya tienen una cruz encima. Y por último. Lo siento señor Almodóvar, aquí tiene uno que jamás volverá a pagar la entrada para ver sus películas. A gente como usted, ni agua.