Andaba Teresa, Teresa la Rabal, me estoy refiriendo. No la santa, Que esa ya tuvo su propia cruz. La Rabal, hija del Rabal, el Paco. Esta, la del circo. Esa niña que aun siendo señora seguirá siendo niña de pelo largo y trenzas. Porque no hay cosa mas bella en el mundo que seguir siendo niño después de adulto; principalmente por eso del privilegio de la portabilidad de la inocencia, pero sin wifi, por eso de la portabilidad. Yo me estoy refiriendo a eso que suele perderse tras descubrir que los reyes magos no existen, o mismamente tras perder la virginidad en la primera escaramuza amorosa, o el primer debate radiofónico o entrevista, a cerca de lo que uno piensa ingenuamente de la vida. Aunque esto se suele dar generalmente más en política que en el mismo juego del amor, mismamente porque en el amor hay perdón, pero en política jamás, pues ya saben que en política el enemigo siempre está dentro. Y si no me creen, pregúntenle a la mente de Iñigo Errejón, u orejón, que es lo mismo lo que piensa de Pablo, Iglesias. Ustedes ya me entienden.

¡Ah! ¡Sí! Que como contaba por ahí arriba, que andaba la señora en su circo. De aquí para allá. Siempre en otro lugar, en otra ciudad, igualito como hacen los evasores de capitales como algún que otro director de cine español, que se las da de progre y solidario. Y así, y de esta guisa, jugando como decía la letra de su canción, y la más celebrada por todos los niños y no tan niños (que todos la hemos cantado alguna vez, y no me digan que no, anda, pillines), y que más o menos reza así: “de oca en oca y tiro porque me toca” El circo, dijo ella, no da dinero, pero da muchas satisfacciones. Lo que no pudo imaginar madame Rabal, era que no hay cosa peor que la competencia. No la legal, que eso fomenta las ideas, que últimamente son escasas, salvo las de las alcaldesas de Madrid y Barcelona que no tienen límites, sino la ilegal. ¡Y así! De esta guisa, jamás y en la peor de sus pesadillas de payasos estilo Chuky, llegó a pensar que pudiera haber un circo mayor que el suyo, en donde además de contener más pistas, estuvieran todas ellas superpobladas de tigres, leones, lobos y principalmente hienas y víboras, y que había de encontrarse con que además, le iban a arrebatar su propia canción. La de la oca, ese bicho blanco que quiso ser cisne, pero se quedó en ganso grande y rollizo, igualito que el expresidente de Islandia, y que sirve para que te den una buena leche cuando pides un solomillo al foie en el restaurante, y cuyo argumento siempre es hacer preguntas sin sentido. ¿Cua, Cua? ¿Pues cual va a ser, bicho? El de siempre y lo de siempre.

El más de lo mismo. Y así en ese circo paralelo – paralelo y para lelos – que le hacía la competencia igual que nos la hacen en nuestra islita los alojamientos ilegales, los taxis piratas, y hasta los piratas sin taxi, pues así; tal vez comprendan mejor el cabreo que supone que te hagan la puñeta, aquellos que sin pagar impuestos, quieren ganar más y mejor que tú y que encima se lo montan en paraísos fiscales. Pues como decía, en ese juego de la oca, en el que estamos todos, rondando ya los cien días, casilla más, casilla menos del tablero. Viendo el circo que nos montan algunos líderes políticos cada vez que se reúnen para decirse te quiero, y luego acaban como la canción de je t’aime, moi non plus. O sea: que se acabó el amor, seguramente porque ya llevaban en la sangre el ADN del juego de la oca que ya saben que siempre dicen quienes juegan al susodicho, que siempre tiran porque les toca.

Menos mal que en este país ya estamos acostumbrados a ir por libre, y que estamos también acostumbrados a ir al circo todos los días. Así pues; que siga el pan y el circo. ¿A quién le toca ahora?