Nada de lo que está pasando entre Podemos y el PSOE me ha sorprendido. Sabía que cuando pasasen unos meses de gobierno, como ocurre con los inicios de un noviazgo, el amor derivaría en tensiones y desencuentros. Quizás hubiese imaginado que la guerra entre Podemos y el PSOE se agravaría en el segundo o tercer año, pero no ha pasado ni uno desde la formación de gobierno y miren lo que está ocurriendo. A mí no me extraña porque la mayoría de la gente de Podemos son personas recicladas que vienen de otros partidos de izquierdas. De gente corriente, nada de nada. Muchos de ellos lo único que han hecho es desempolvar sus carnets con la hoz y el martillo para esconderlos en un lugar seguro. Y no es por desmerecer los intentos de hacer una nueva política, que buena falta le hace a este país, pero de las bonitas palabras hay que pasar a los hechos. Y no basta con poner una urna para debatir sobre la carretera de Santa Eulària, con una participación residual. Eso no es nueva política. Es perder el tiempo. O decir que hay que hacer carriles bicis pero nunca ir en bici, y usar el coche para cualquier desplazamiento. Porque aquí, como en todos sitios, los hay que quieren que los ciudadanos hagan lo que ellos no hacen ni por casualidad. Que usemos carriles bici con 40 grados a la sombra y que empleemos transporte público para cualquier desplazamiento. Y que no hablen de autovías y autopistas porque lo que se hará en Ca na Negreta ni es una autovía ni es una autopista. Es un simple desdoblamiento. El día que vea a alguno de estos salvapatrias en el bus del aeropuerto pediré disculpas, pero nunca he coincidido con ninguno. Por eso que está bien lo de predicar, lanzar mensajes antiguos como si fuesen nuevos, pero al final hay mucho maquillaje político. Y ellos seguirán tan ricamente en sus cargos ejerciendo de gobierno y oposición al mismo tiempo.