Un año más hemos comenzado el mes de mayo, mes civil que los católicos dedicamos a la Virgen María, y por eso decimos también que es el Mes de María.

Recuerdo que cuando era pequeño, tanto en la buena escuela pública donde asistía, como en la parroquia donde recibía la catequesis en este mes cantábamos una hermosa y sencilla canción a la Virgen María, una canción que me influyó tanto que el paso del tiempo no me ha hecho olvidarla sino recurrir a ella muchas veces, una canción que también muchos de vosotros, queridos amigos de Ibiza y Formentera también conocéis: «Venid y vamos todos, con flores a María, con flores a porfía, que Madre nuestra es». Esta antigua canción nos ayuda a dirigirnos hacia la Virgen María. Ella, en nuestras islas de Ibiza y Formentera es querida y venerada como Santa María, la Virgen de las Nieves, teniendo en cuenta cómo intervino en nuestra historia hace casi ocho siglos. Ella es Madre y Maestra nuestra y de Ella podemos aprender tantas cosas.

Quisiera en esta ocasión referirme a Ella como maestra de oración, de forma que pudiéramos aprender a ser personas orantes, de tal forma que en la oración encontráramos la inspiración para organizar nuestra vida. Decía la Beata Madre Teresa de Calcuta que «El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz». Y esto lo llevó a cabo bien la Virgen María.

Al comienzo del Evangelio de San Lucas vemos a María en oración (Cf. Lc 1, 26-38) y por eso, conociendo a Dios y lo que Dios quiere de Ella, le dice que sí, inaugurando así una nueva e fecunda etapa de su vida. Gracias a Ella comienza la vida terrena de Jesús. Pero más aún, con Ella comienza la vida de la Iglesia. En ambos momentos hay por su parte escucha de Dios, recogimiento, compromiso. Ora en la Anunciación, ora visitando a su prima Isabel, ora al pié de la Cruz y, naturalmente, continua orando con los primeros cristianos en Jerusalén. Allí, en el Cenáculo, «en la sala del piso superior, donde solían reunirse» los discípulos de Jesús (Cf. Hch 1, 13), en un clima de escucha y de oración, Ella está presente, antes de que se abran de par en par las puertas y ellos comiencen a anunciar a Cristo Señor a todos los pueblos, enseñándoles a guardar todo lo que él les había mandado (Cf. Mt 28, 19-20). Las etapas del camino de María, desde la casa de Nazaret hasta la de Jerusalén, pasando por la cruz, donde el Hijo la confía al apóstol Juan, están marcadas por la capacidad de mantener un clima perseverante de recogimiento, para meditar todos los acontecimientos en el silencio de su corazón, ante Dios (Cf. Lc 2, 19-51); y en la meditación ante Dios comprender también la voluntad de Dios y ser capaces de aceptarla interiormente.

Venerar a María siempre, y especialmente en este mes de mayo, es un paso necesario para aprender de ella a ser parte de una comunidad que ora, como la Iglesia primitiva, como la Iglesia fiel en todos los tiempos. «Con frecuencia se recurre a la oración por situaciones de dificultad, por problemas personales que impulsan a dirigirse al Señor para obtener luz, consuelo y ayuda. La vida humana atraviesa fases, a menudo difíciles y arduas, que requieren decisiones fuertes, renuncias y sacrificios. El Señor puso a la Madre de Jesús en momentos decisivos de la historia de la salvación y ella supo responder siempre con plena disponibilidad, fruto de un vínculo profundo con Dios madurado en la oración asidua e intensa. María invita a abrir las dimensiones de la oración, a dirigirse a Dios no sólo en la necesidad y no sólo para pedir por sí mismos, sino también de modo unánime, perseverante y fiel, con «un solo corazón y una sola alma» (Cf. Hch 4, 32).» (Benedicto XV, 14-03-2012). Ella nos enseña a ser pues, personas que, antes que nada, oran y, precisamente porque oran son capacees de hacer el bien, que no es otra cosa que hacer la voluntad de Dios.

Queridos hermanos y amigos, fieles de Ibiza y Formentera: ¡Acudamos a María siempre, y muy especialmente en este mes de mayo! Acudamos a Ella, que Madre nuestra es, y aprendamos de Ella a orar, y que la oración con María y como María nos haga las personas nuevas que cumplen el plan de Dios y que son las que el mundo actual necesita.