Vaya por delante que esta tribuna la cerré horas antes de que echase a rodar el esférico en el Vicente Calderón. No obstante, uno se podría enfundar la camiseta del ‘friqui-vidente’ Sandro Rey y lanzarse a vaticinar lo que ocurrirá. El atrevido Rey, Sandro, aventuraría que el partido arrancaría con once jugadores por cada equipo. Arriesgando un poco más, dirá que ve y escucha mucha algarabía en la grada. El osado Rey, Sandro, se concentra y presagia sonido de viento cuando suene el himno de España. La realidad es que, hasta aquí, la secuencia de los hechos la podríamos rubricar casi todo el mundo, Sandro Rey incluido. Una vez empiece a rodar el cuero, la cosa queda en manos de D10S. Enfundado nuevamente en la piel del Rey, Sandro, uno puede presagiar que los astros siempre harán coincidir alguna obra, concierto o plaga de cochinillas para evitar la disputa de una final de la Copa del Rey en el Santiago Bernabéu. The Boss, Florentino Pérez, se sacó este año de la manga un concierto de Bruce.

Si la Copa ha cogido el puente aéreo, los medios de la Villa y Corte pondrán el foco hoy en la xiulada y las esteladas. Me atrevo a firmar que en TV3, tres cuartos de lo mismo pero desde el otro lado de la trinchera. Cosas de la maldita politización. Desgraciadamente, el «fútbol es fútbol» de Vujadin Boskov no vale en este país. El fútbol de salón que despliegan los Messi, Iniesta, Neymar, Banega... quedará relegado a un segundo plano en esas conversaciones de los Manolos en la barra de un chiringuito cualquiera. Los goles, pases imposibles o driblings perderán minutos de pantalla en favor de otras ‘estrellas’, Ada Colau y Manuela Carmena, y la guerra de estelades. Lo peor de todo es que el año que viene, por estas fechas, tendremos más de lo mismo.