En este mes pienso que hago un buen servicio a mis hermanos y amigos de Ibiza y Formentera invitándolos a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que es algo que nos hace bien porque es una acción que hace que el amor hacia Dios se manifieste en el amor efectivo y claro también hacia los hermanos, hacia todos sin excepción.

Continuando con lo que escribí en el artículo del domingo pasado en este Periódico de Ibiza y Formentera y en lo que prediqué en la fiesta que en la tarde de ese domingo en el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús de Montecristo, voy a compartir algunas reflexiones más sobre esa devoción.

La palabra devoción sabéis que significa dedicarse, entregarse a la persona amada. Devoción, pues al Corazón de Jesús es entregarse, acercarse a Jesús mismo que nos manifiesta su amor por nosotros y nos muestra su corazón como símbolo de ese amor. Y acercarse a Jesús de forma eficaz, clara y consciente en nuestra vida en la tierra es algo grande, feliz, maravilloso.

La Iglesia, entre las muchas cosas que nos presenta y ofrece para nuestro bien nos invita y anima a esta entrega y cercanía a Jesús, conociéndolo más y mejor, honrándole y sirviéndole, lo cual es una perfección y un envío hacia la práctica de la caridad y el amor a los demás.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo.

Acercándonos al Corazón de Jesús vemos como Él ha amado a la Iglesia, a la humanidad entera y la sigue amando intensamente, y precisamente por ese amor que nos tiene y que no tiene límites le mueve a hacerse nuestro Abogado para conciliarnos la gracia y la misericordia del Padre. Por nosotros dirige su plegaria que brota de su inagotable amor, dirigida al Padre, sin interrupción alguna. Como en los días de su vida en la tierra, también ahora, triunfante ya en el cielo, suplica al Padre con no menor eficacia; Él muestra su Corazón vivo y herido, con un amor más ardiente que cuando, ya exánime, fue herido por la lanza del soldado romano: «Por esto fue herido [tu Corazón], para que por la herida visible viésemos la herida invisible del amor», le decía el Papa Pío XII . No podemos tener duda alguna de que ante las súplicas de tan grande Abogado hechas con tan vehemente amor, el Padre celestial, que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros por medio de El hará descender siempre sobre todos los hombres la exuberante abundancia de sus gracias divinas.

La contemplación, pues, del Corazón de Jesús en este mes de junio nos puede ser una gran ayuda para nuestra vida cristiana en general pero muy especialmente para vivir este Año Jubilar de la Misericordia al cual nos ha convocado el Papa Francisco. En efecto, Dios es misericordioso, pero el rostro, la manifestación de esa misericordia es por medio de Jesús con sus palabras, sus gestos y con toda su persona.

En una sociedad en la que a veces falta tanto amor, en la descubrimos a veces tantas agresiones, tantas persecuciones, mientras vemos a tantas personas que son víctimas de la falta de amor y respeto de sus hermanos, recurrir al amor de Dios manifestado en el Sagrado Corazón puede ser la ayuda que necesitamos para vivir bien y colaborar a que los demás puedan vivir bien por la práctica y la difusión del amor que vemos en el Corazón de Jesús.
Acercándonos a Jesús, pues, especialmente en este mes de junio, que ello sea una buena aportación para gozar de su amor y hacer que los demás sean conscientes de ello y se comporten como corresponde a ese ambiente.