Aciertas personas les gusta retransmitir su vida a través de las redes sociales. Opinan sobre los programas de televisión que están viendo, sobre política, economía, aprovechan para insultar a todo dios, e incluso crean perfiles falsos para duplicar una personalidad, algo que ni Freud podría interpretar. Lo digo por el tema de Quimi Portet, el excantante de El último de la Fila, un grupo fantástico, por cierto. A Quimi Portet se le ocurrió pedir un «cafè amb llet». El camarero no entendía el catalán (es gallego) y Portet colgó un tuit denunciando el hecho, con foto incluída del trabajador de Baleària. A partir de ahí, todo un cúmulo de excesos y un asunto menor (porque pedir un café con leche deberìa ser algo fácil y sencillo) se convierte en viral. El lunes, el asunto llenó los digitales nacionales (poca broma) y superó los 60.000 tuits. Hubo críticas para el camarero, también para Quimi Portet y la community manager de Balearia, a la que reprocharon que una vez estuvo en una mani independentista. Una locura todo junto. La gente vomita bilis por las redes sociales y la mayor parte de las veces se arrepienten. Cuentan su vida por minutos y no saben que no tiene el más mínimo interés. Pero cuando se pone en juego un puesto de trabajo, la vida laboral de un camarero (imagino que con un sueldo bastante corriente) me pregunto qué habremos hecho mal para tener esta sociedad tan mezquina. Por un café con leche, en la lengua que sea, hay cosas que no valen la pena. Supongo que hasta Quimi Portet ya se habrá dado cuenta de su torpeza y se habrá arrepentido. Y el camarero ya sabe qué es un «cafè amb llet», pero ha habido mucho sufrimiento por enmedio.