Menos mal que Mariano Rajoy tenía que ponerse a trabajar en su investidura enseguida, al día siguiente de las elecciones. Casi un mes después de los comicios todavía nadie sabe nada. «Tiene contactos discretos», dicen los del PP, avergonzados, para intentar encubrir la indolencia de su jefe de filas. El único movimiento que ha hecho el otra vez aspirante a presidente ha sido amagar con que si PSOE y Ciudadanos no hacen lo que él quiere igual repite la historia y no se presenta a la investidura, advirtiendo, a través de segundones, que en caso de que lo intentara y fracasara la única alternativa que se abriría sería ir a nuevas elecciones. Por si faltara algo para redondear su mala forma de actuar, incluso se ha permitido poner fecha a su investidura, para que así pueda irse de vacaciones en agosto tranquilamente.. A ratos la forma de actuar de Rajoy mueve a la risa. A otros, a la preocupación. Veamos: puede ser él el candidato a presidente pero si renuncia, por no tener asegurado los votos suficientes para ser investido, la opción alternativa sería Pedro Sánchez. Complicada, casi imposible, con rebelión interna asegurada y todo lo que se quiera, pero sería la alternativa. No, como dicen interesadamente los del PP, nuevos comicios. Otrosí: el bien de España, ése que tanto invocan los mismos conservadores, no es hacer a Rajoy presidente de nuevo, o al menos no necesariamente, porque ni invistiéndolo se tendría asegurada la estabilidad política. La cual, visto lo visto, se antoja como un imposible a corto y medio plazo. Por tanto entra de lo más probable que el potencial segundo gobierno de Rajoy fuese de corto vuelo porque tendría muy difícil, si no imposible, aguantar más allá del primer semestre de 2018.