Alcanzamos la cumbre del verano económico y todos los indicadores están reventando. El Govern se enorgullece por ser el que le toca dar la noticia que hemos vuelto a fijar más de 533.000 afiliados a la Seguridad Social, hay turistas por todas partes, los bares y restaurantes no dan abasto, las cajas registradoras ríen como en los años de la locura, se vuelven a comprar casas, coches… Dado que como decían todos nuestros políticos la crisis fue una gran oportunidad de aprender, todos hemos aprendido que la mejor receta económica, la única que funciona en Baleares, es no tocar nada. ¿Que llegaron las vacas flacas? Pues a decir que tenemos fe en un otro modelo de crecimiento que nunca llega ni llegará y a esperar que las vacas vuelvan a engordar. Así ha sido: nuestra economía ya crece de nuevo sobre el turismo y la construcción. Una de las consecuencias es que, al contrario de lo que aseguraron nuestros gurús, la población apenas cayó durante la crisis y ahora está aumentando de nuevo, tanto que incluso estamos importando este verano mano de obra, a miles. Y entre turistas y residentes, ambos en número creciente, el resultado es que estamos reduciendo los recursos naturales por cabeza. Como el agua. No llueve y los niveles de la almacenada se reducen en Ibiza y Mallorca drásticamente, donde podría volver a haber problemas de suministro, como el año pasado en algunos municipios ibicencos. Un residente gasta entre 127 y 130 litros por día –según las fuentes– mientras que un turista llega a los 295 al decir de la Federación Hotelera y a un mucho más realista volumen de 440 según Ivan Murray, especialista geógrafo de la UIB. Tres veces y media más el visitante que el vecino. Pero nadie se atreve siquiera a imaginar qué se podría hacer al respecto. Es tabú. La paz turística manda. O sea, no se hace nada.