Jesús en el Evangelio no dice que debemos despreocuparnos de las cosas de la tierra, lo que enseña es que ninguna cosa creada puede ser el último fin; este es Dios, nuestro Creador y Señor, a quien debemos amar u servir en medio de los quehaceres ordinarios de esta vida, y con la esperanza del gozo eterno del cielo. El Señor nos dice que andemos vigilantes, como administradores fieles y prudentes. También San Pedro en su 1º carta nos dice: Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo el diablo, como león rugiente; ronda buscando a quien devorar; resistid firmes en la fe. El Señor quiere que estemos preparados, porque no sabemos el día ni la hora en que Dios nos puede llamar para rendir cuentas. Toda persona tiene en esta vida una misión que cumplir, todos habremos de responder ante el tribunal divino y seremos juzgados según los frutos, pocos o muchos que hayamos dado, Dios infinitamente, justo y misericordioso dará a cada uno lo que merezca. Todos hemos de confiar en la misericordia infinita de Dios. Inmediatamente después de la muerte, todo hombre comparece para el juicio particular. En la carta a los Hebreos, 9,27, leemos: Así está establecido que los hombres mueran una sola vez; y después de esto, el juicio. Igualmente, al fin del mundo ocurrirá el juicio universal. Santa Catalina de Siena, decía: Yo no temo al juicio, porque el que me ha de juzgar es Jesucristo al que tanto amo. Ciertamente donde hay amor no hay temor. En el atardecer de la vida seremos juzgados sobre el amor.