Señor, ¿son pocos los que se salvan? Preguntó uno a Jesús. El contestó: esforzaos para entrar por la puerta angosta. Todos los hombres estamos llamados a formar parte del Reino de los Cielos porque Dios quiere que todos se salven. Los que buscan a Dios con un corazón sincero, y se esfuerzan, con la ayuda de la gracia en cumplir la voluntad de Dios podrán conseguir la salvación eterna. La Divina Providencia nunca niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes se esfuerzan en lleva una vida recta ayudados de la gracia de Dios. De todos modos sólo pueden alcanzar la meta de la salvación quienes luchan seriamente con la imagen de la puerta angosta. Jesús expresa esta realidad de nuestra vida. La lucha del cristiano es incesante, porque en la vida interior se da un continuo comenzar y recomenzar, algo que impide ser dominados por la soberbia, o pensar que somos perfectos. Cuanto hay de bueno, noble y verdadero la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio, como algo otorgado por quién ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida eterna. Como en otras ocasiones, Jesús hace alusión a la vida eterna como la imagen de un banquete ( Lc. 12, 35, 14,15). Los frutos de correspondencia a la gracia tendrán valor en el juicio divino: No todo el que me dice Señor., Señor, entrará en el Reino de los Cielo; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos.