Quién no recuerda las votaciones de delegado en clase? Era tan simple como presentarse voluntario y proceder a la votación, bien a mano alzada, bien anónima –yo particularmente viví los dos casos–. El que más sufragios tenía era el vencedor. Así de fácil. Personalmente, siempre he pensado que es el método más justo, el de la mayoría simple.
Sin embargo, las elecciones generales en España son bastante más complejas –obviamente, la política no es sólo dos más dos– y, cuando no hay mayoría absoluta, los pactos entran en juego. Así son las reglas y no seré yo quien ponga en duda un sistema con tantos años de funcionamiento. Eso sí, no tendría mucha gracia que el Barça, por ejemplo, ganara la liga con 100 puntos y se la quitaran por el hecho de que el Real Madrid y el Atlético, por decir algunos, unieran su puntuación tras las 38 jornadas y se repartieran el pastel.

La cuestión es que, hoy por hoy, los pactos no funcionan y tenemos un país a la deriva. Y todo por no hacer caso, tras acudir los ciudadanos a votar por partida doble, a la mayoría simple, ésa que ya habría impedido lo que parece seguro: unas ridículas terceras elecciones.

Y buena parte de culpa de esa hipotética nueva votación la tiene Pedro Sánchez. La cabeza visible del PSOE se empeña en no negociar. No conforme con haber sido incapaz de meterse a España en el bolsillo tras este movido último mandato del PP, ahora se nos pone cabezón. Muchos serán los que recordarán su cabezonería el 25-D como haya que ir a votar y estoy seguro de que eso lo va a notar en los resultados. El pueblo ya ha hablado... y dos veces. Y al señor Sánchez no le quiere. Si estuviéramos en clase, su ‘amigo’ Rajoy sería el vencedor. Desafortunadamente, no es la votación de delegado, sino la de presidente de un país al que quiere ‘fastidiar’ en Navidad. Los fieles del PSOE necesitan otro líder y España, un gobierno, así, que, por favor, señor Sánchez, apártese. Usted ha fracasado.