Un personaje público, sea un político, Belén Esteban, un escritor de renombre, un empresario o un youtuber con millones de seguidores, tiene que saber que está expuesto a recibir comentarios y críticas porque lo que hace puede gustar más o menos o directamente nada. En el caso de los políticos son cargos profesionales públicos que pagamos todos los ciudadanos y, faltaría más, cualquier vecino puede comentar si la ciudad está sucia o no, si las playas están colapsadas o no o si se debe mejorar el servicio de autobús o no. El problema viene cuando los cargos públicos no saben encajar las críticas porque, directamente, no ven más allá de lo que consideran su propia verdad y cargan contra quienes comentan que lo que dicen tiene muchos matices, ya se trate de periodistas o, lo que es peor, de sus propios vecinos e incluso de vecinos que les han llegado a votar. Estos políticos, que curiosamente también se han despachado a gusto antes de saltar a su nueva profesión y dimensión pública, ejercen su libertad de expresión donde consideran oportuno y necesario, como en redes sociales. En los espacios virtuales de Facebook o Twitter, por ejemplo, quienes les siguen aplauden todo lo que sueltan por la boca, aunque falten el respeto a quienes no comparten lo que hacen. Por redes sociales todos somos muy valientes, luego a la cara hay quien no tanto. Hay que relajarse un poco, dejar que la vida fluya (el estrés no es buen compañero de viaje), tener clase y, sobre todo, saber aceptar las críticas porque en la vida real no todo es un mar de palmeros.