El pasado domingo, día 4 de septiembre, día en que era la víspera del 19 aniversario de su fallecimiento en la tierra de la Madre Teresa de Calcuta, que tuvo lugar el 5 de septiembre de 1998, el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro del Vaticano, con más de 100.000 personas presentes, canonizó a esta religiosa excepcional, fundadora de la Congregación de las Misioneras de la Caridad. Había sido beatificada por San Juan Pablo II hace trece años, el 13 de octubre de 2003 en una espléndida ceremonia a la que tuve la satisfacción de poder asistir. Esta nueva Santa es para todos nosotros maestra y amiga, siendo un testimonio vivo del amor a Jesucristo extendido hacia todos, como hacía Nuestro Señor, y de ese modo ha sido una cumplidora ejemplar del servicio a los pobres y de la fidelidad al Magisterio de la Iglesia, haciendo así un gran bien a la Iglesia en particular y a la humanidad en general.

El Papa Francisco, en la homilia de la canonización nos decía: «Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una fiel dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que ‘el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre’. Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz. Los poderosos de la tierra para que reconociesen sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos. La misericordia ha sido para ella la ‘sal’ que daba sabor a cada obra suya y la ‘luz’ que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar por su pobreza y sufrimiento».

Estas palabras del Papa Francisco son una espléndida descripción de esta Santa cuyo ejemplo debe influir en nuestra vida y acciones, en todas nuestras acciones pequeñas o grandes, conscientes de que así, como ella, cumpliremos la misericordia y la caridad que Jesucristo vivió y enseño y espera que nosotros practiquemos. Y esas acciones nuestras pueden contar con la intercesión y ayuda de todos los santos que están con el Padre en el cielo, entre los cuales está Teresa de Calcuta.

Su jornada comenzaba cada día con un buen rato de oración ante Jesus presente en la Eucaristía; y acogiendo lo que Jesus le decía, el resto de su jornada era la,práctica y el ejercicio de la caridad con los más pobres y necesitados. Así nos lo describe con una de sus frases que a mí me han impresionado siempre y que es un poco la descripción o resumen de su vida: «El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz «.

Tuve la suerte de conocerla y tratarla algunas veces en mis años de servicio a la Santa Sede, primero en Mozambique y después en Roma. En estos días he visto en muchos medios de comunicación interesantes y espléndidos artículos sobre ella que pueden hacer tanto bien a los que los han leído. Por ello dedicare en estas semanas algunas reflexiones sobre esta Santa para que influya en la vida y las actividades de los que vivimos en Ibiza y Formentera, como ocurrió en una ocasión con un pareja de jóvenes, un chico y una chica de Ibiza que se casaron canónicamente; y con ocasión de su boda pidieron a sus invitados que en lugar de regalos les dieran dinero efectivo; se casaron en una bien y festiva boda a la que me invitaron y asistí y después de la boda, de viaje de novios se fueron a la India, entregaron el dinero que les habían dado sus invitados y estuvieron casi un mes trabajando gratis y por amor en favor de las personas pobres y necesitadas que eran atendidas en uno de los centros asistenciales fundado por Santa Teresa de Calcuta.

Seguiremos reflexionando sobre las enseñanzas de esta Santa en las próximas semanas y que ello nos ayude a que con su ejemplo e intercesión sea coherentes y de buenos y abundantes frutos en Año Jubilar de la Misericordia que por indicación del Papa Francisco estamos celebrando.