Quizá hace años una familia de clase media terminaba de pagar su piso siglos antes de jubilarse y por eso, al cumplir los 65, con los hijos ya casados, independizados y trabajando, la pareja se veía libre de gastos y podía pasar la vejez con una paga mediocre, suficiente para hacer frente a una serie de facturas razonables y a un nivel de vida satisfactorio. Hoy en día la independencia económica arranca tan tarde que las parejas lo van retrasando todo: el matrimonio, la compra de la primera vivienda, la decisión de traer hijos al mundo... superamos alegremente los treinta años y seguimos comportándonos casi como adolescentes, necesitando de vez en cuando la ayuda de nuestros padres para salir adelante. Con una hipoteca a treinta años, será complicado tener el piso pagado –eso si nos conformamos con el primer pisito– cuando llegue la jubilación. Poco serán los que habrán cotizado los 38 años que se espera para poder cobrar la pensión y, empezando tarde a trabajar y con los períodos de paro, la paga será poco abultada. Nadie puede pensar hoy que un día antes de cumplir los 65 tenga un nivel de gastos y que al día siguiente, cuando pueda estar oficialmente jubilado, necesite mucho menos dinero para subsistir. Los gastos serán los mismos, o mayores, porque muchos tendrán que seguir atendiendo a los hijos –o nietos–, ya mayores y sin perspectivas de estabilidad. De ahí que los expertos animen a la gente a ahorrar para tener un fondo importante que complemente la pensión pública y nos permita mantener el mismo nivel de vida. Unos dicen que hará falta tener unos 70.000 euros ahorrados a los 65 años y otros plantean la necesidad de que hagamos una hucha de 7.700 euros cada año hasta que lleguemos a esa edad. En fin, si para la mayoría llegar a fin de mes es ya una quimera, ¿qué podemos decir de la idea de ahorrar ese dineral año tras año?