Las paradojas pitiusas son surrealistas. Somos unas islas por las que suspiran los mayores hedonistas del planeta y objetivo lúdico de millonetis (con tanto gusto o mucho susto a la hora de gastar). El éxito turístico es irrefutable. Presumimos de una naturaleza privilegiada y nos gusta hablar de sa nostra terra..

Sin embargo siguen proyectado planes delirantes, como el tendido eléctrico de Es Fornàs, que amenaza el paisaje de forma estúpida. El coste del soterramiento se calcula en nueve millones, pero los mandamases rebuznan que es un gasto inasumible. ¡Cuando lo que resulta difícil de asumir es que la estación eléctrica esté en la protegida Benimussa en vez de en un polígono industrial!

Pero en principio el soterramiento sería un dinero bien invertido, que salvaría la zona de convertirse en un campo de concentración con unas aberrantes torres de sesenta metros. Con todo el dinero público ("que no es de nadie" una memaministra dixit) que se malgasta esperpénticamente, ¿por qué no invertir en algo de importancia fundamental?

Lo mismo pasa con el esquizofrénico plan hidrológico y unos emisarios altamente dañinos porque vierten al mar demasiada porquería, amenazando tanto a bañistas como a nuestra querida posidonia.

Hay una serie de objetivos que deberían ser primordiales para el bien pitiuso. Para eso se precisan administradores que vayan más allá del oportunista gesto populista o la guerra partidista. Gente inteligente que sepa servir en lo que realmente importa. Las torres proyectadas en Es Fornàs supondrían un gravísimo y antiestético daño ambiental. En vez de malherir cabras o irse de feria ¿no podrían destinar la recaudación –ah, la polémica ecotasa— a algo que realmente nos afecta?