Ibiza es para muchos la tierra de las oportunidades, donde en verano el dinero fluye a mansalva y cualquier sueño puede convertirse en realidad. Sin embargo, el pasado sábado los suñeños de una joven ibicenca se truncaron. Nacida en Paraguay hace 34 años, Ada Graciela se integró perfectamente en una de las sociedades más heterogéneas del mundo. En el barrio de es Pratet, donde conviven multitud de personas de distintas nacionalidades, Ada había conseguido lo imposible: ganarse la confianza de los ibicencos ‘de toda la vida’ gracias a su simpatía, discreción, buen corazón y después de trabajar horas y horas para ganarse la vida de manera honrada. En S’Hort Nou y Torres Costa, dos de las tiendas con más pedigrí del barrio donde Ada se dejó el alma día tras día, dan fe de ello. No resulta difícil imaginar que Ada abandonó su país natal para buscar un mejor porvenir y un lugar donde echar raíces y poder ayudar a los familiares que quedaban atrás. Sin embargo, el destino le hizo cruzarse con quien no debía. Ayer, los representantes políticos de las administraciones pitiusas salieron a la calle como muestra de rechazo ante este repugnante asesinato. El enésimo en nuestro país. Como sociedad civilizada que presumimos ser no podemos permitirnos un nuevo caso de violencia machista. ¿Cuántas veces han visto discutir a una pareja en plena calle y han preferido mirar hacia otro lado? ¿Se acuerdan aquella vez que oyeron gritos y llantos en el piso de abajo mientras veían la tele y prefirieron subir el volumen antes que llamar a la policía? Pues eso, tolerancia cero con estos malnacidos y que la justicia haga su trabajo antes de que sea tarde. Ni una más.