Ada Graciela Benítez es el nombre de la última víctima mortal de la violencia de género. La madrugada del sábado, su expareja le arrebató la vida vilmente. Ada tenía 34 años, había nacido en Paraguay pero desde hacía 10 años era una vecina más de Ibiza. Aquí se ganaba la vida y el cariño de centenares de personas, especialmente de la clientela de los establecimientos en los que trabajó en el barrio de es Pratet. La muerte de Ada Graciela ha causado un profundo pesar en es Pratet y entre la comunidad paraguaya en la isla.

Dos días antes, en Esplugues de Llobregat, otro malnacido asesinaba a Flori, de 32 años. Su pareja la mató con un cuchillo antes de intentar suicidarse. Ellas son los últimos nombres que se han añadido a una lista que abrieron Mariana y Silvia a principios de enero.

Pasan los meses, pasan los años, se suceden las concentraciones y muestras de repulsa, pero los crímenes se siguen produciendo. La estadística no pone cara, nombre y apellidos pero sí que dice que una mujer muere en España cada cinco días.

La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género sentó unas bases pero, doce años después, la cifra de mujeres asesinadas supera, cada año, el medio centenar.

Las medidas de protección de las mujeres víctimas de la violencia es clave y para ello se requieren medios y dotación presupuestaria pero también es fundamental insistir en la formación y en la implicación ciudadana, más allá de las concentraciones y movilizaciones.

Como apuntaba estos días el juez decano de Ibiza, hay que abrir el abanico. Una agresión sexual, la trata de muejres o la prostitución, también es violencia sobre la mujer. Hay que formar a los menores en el respeto y siempre, siempre, hay que denunciar.