Se acerca la hora de la verdad, saber si la ibicenca Sofía Hernanz retará a su partido y votará no en la investidura de Rajoy, en contra de la voluntad mayoritaria de su comité federal. No es un papel fácil. Porque Hernanz, y también Pere Joan Pons, saben que si se abstienen Armengol tendrá problemas con el pacto del Govern, si bien el jueves, deprisa y corriendo, Podemos se comprometía a aprobar los presupuestos de 2017. Recordemos que 48 horas antes decían que si los diputados socialistas se abstenían el pacto estaría herido de muerte, un mensaje para acojonar a Armengol pero sin ninguna intención de cumplir. En Ibiza el pacto del Consell no está en peligro. Por el contrario, Torres tiene la sartén por el mango y sabe que Podemos no romperá y que él sí puede destituir a los consellers podemitas de sus cargos y acabar la legislatura con apoyos puntuales del PP. Por lo tanto, las amenazas no tendrán ningún efecto. Ya nadie se cree los mensajes del miedo porque, como me recordó un político, algunos miembros podemitas del Consell deberían ingresar las listas del paro, que es de donde vinieron cuando ocuparon sus cargos. Y con las cosas de comer no se juega. Porque detrás de la alta política, de los grandes eslóganes, está la vida real, la que cada uno vive en silencio y, si puede, con cierta dignidad. Llega la hora de la verdad, pero las cosas al final se van normalizando. Porque si el ruido de estos cuatro años contra Rajoy no se traduce en votos poco se puede hacer. Este es el problema de la izquierda. Que domina el ruido pero no tiene un proyecto común y, además, no cuenta con los votos suficientes para llevarlo a cabo. Deberán esperar.