Eso de las famosas estrellas Michelin solo quita el sueño a los esnobs gastrónomos que nunca comieron bien en su casa. Por eso me alegra que el propietario de Can Dani, tras unos días de trágico suspense, afirme que seguirá haciendo lo que le dé la gana. Algo que en la divina Formentera es una sabia filosofía de vida.
Winston Churchill afirmaba: «Mis gustos son muy sencillos: solo me gusta lo mejor». También confesó con euforia a su médico que sustituir el coñac por una botella de Cointreau tras el almuerzo, disminuía sus dolores de gota y además le ayudaba a dormir la siesta.
Aparte que es fundamental en la preparación de las margaritas, yo siempre tengo una botella de Cointreau en mi bar por si la fortuna me acerca alguna visita melosa. Aunque una vez una coqueta rumana, pariente del decadente hospodar Mony Vibescu, prefirió beberse la colonia Álvarez Gómez que guardo en la nevera (es un gustazo echársela fresquita), lo que la valió una resaca de nueve grados en la escala Richter.
Por esas circunstancias de la vida he estado varias veces en restaurantes afamados con tres estrellas Michelin y, francamente, lo único que recuerdo es el carro de quesos y los sublimes vinos que bebí. Será porque mis gustos son también sencillos, pero exigentes.
En Ibiza y Formentera hay una cocina excelente que viene dada por el respeto a la sabia tradición y una formidable materia prima. Hay que seguir los productos de temporada y huir de tanto engaño publicitario.