Hemos empezado el tiempo litúrgico de Adviento. Tiempo de esperanza. Esperamos la venida de Jesucristo, nuestro divino Salvador. Sin el Niño de Belén la Navidad no tiene sentido para un cristiano. En este tiempo, nuestra mirada y nuestro cariño, lo debemos dirigir a Santa María, la mujer que nos trajo al Salvador del mundo, Cristo Jesús. El Evangelio de este domingo nos exhorta a la vigilancia. Vigilad, nos dice Jesús. Vigilad sobre nosotros mismos para vuestros corazones no estén ofuscados por los afanes de este mundo. Para todos los cristianos la vigilancia es una actitud necesaria. Debemos estar vigilantes porque no sabemos ni el día ni la hora en que el Señor vendrá a pedirnos cuentas. Hay que vivir de tal modo que, venga la muerte, cuando venga, siempre nos encuentre preparados. En gracia de Dios. Las cuatro semanas que preceden a la Navidad, deben servirnos para expresar nuestra exultación, nuestra alegría y nuestra esperanza, no sólo externamente con intercambio de regalos, con hermosos escaparates, con la iluminación de calles y comercios, con un consumismo a veces incontrolado y exagerado, sino con la limpieza de nuestro corazón, con mucha fe, paz y amor. Durante este tiempo dejémonos interperlar por quienes viven en situación de exclusión y pobreza cerca de nosotros, y en otros lugares del mundo en donde hay tanto sufrimiento por las guerras, el hambre, el desamparo en el que viven tantos seres humanos. ¿ No debo abrir mi corazón para que menguen y se combatan tantas injusticias?Dichosos los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia.