Este 3er domingo de Adviento es llamado Gaudete= Alegraos. El tiempo de Adviento es tiempo de alegría y esperanza. Nuestra alegría se fundamenta en que la venida de Cristo está cerca. Nuevamente, el Evangelio nos presenta la figura de Juan Bautista el cual está en la cárcel, por defender la justicia. Con gran coraje y valentía se atrevió a decir a Herodes que no le era lícita llevar aquella vida escandalosa, por eso le metió en la cárcel. Juan Bautista sabía que Jesús era el Mesías. Pero envía a Él a sus discípulos para que superen las ideas corrientes entre los judíos acerca del Mesías y puedan reconocerlo. Jesús responde a los discípulos del Bautista con obras: los ciegos ven y los cojos anda, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen….Los milagros narrados antes la presencia de los discípulos del Bautista, prueban que Jesús de Nazaret es el Mesías esperado. En la respuesta de Jesús resuena lo que dice el profeta Isaías, que el ungido del Señor será buena noticia para los pobres representados por los ciegos, los sordos, los leprosos. Es pobre todo aquel al que le falta la vista, el oído o está enfermo.

El Mesías que viene es el que desata y libera; el que devuelve al ser humano la capacidad de ver, oír, sentir, conocer y amar. El Bautista había enviado a sus discípulos a que averiguasen la identidad de Jesús. Y ahora es Jesús quien va a proclamar la identidad de Juan. ¿ Qué salisteis a ver en el desierto?. Jesús reconoce la misión profética de Juan al servicio del Reino de Dios. Él es el mayor de los profetas, el que le ha preparado el camino, Juan es un hombre auténtico, sincero, vigoroso, pobre y honesto. En nuestro siglo XXI es urgente contar con hombres y mujeres que con su vida ejemplar dan testimonio de Cristo

¡Cuánto respeto humano, cuánta cobardía para expresar públicamente nuestra condición de cristianos!. Todo cristiano que se precie de serlo no debe tener miedo de manifestar su fe en Jesucristo y en su Iglesia. El que me confesare delante de los hombres, nos dice Jesús, yo también le confesaré ante mi Padre del cielo. Con la ayuda de la gracia, hemos de vivir la alegría de la Fe.

La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Estamos a las puertas de la Navidad y la alegría que la liturgia suscita en nuestros corazones no está reservada sólo a nosotros; es un anuncio profético destinado a toda la humanidad y de modo particular a los más pobres de alegría. Pensemos en nuestros hermanos y hermanas, especialmente en Oriente Próximo, en algunas zonas de África y en otras partes del mundo viven el drama de la guerra, ¿qué alegría pueden vivir? ¿Cómo será su Navidad ¿.Pensemos en los numerosos enfermos y en las personas solas que además de experimentar sufrimientos físicos, sufren también el en el espíritu. Pensemos en todas las personas privadas de libertad. ¿Cómo compartir con ellos la alegría sin faltarles al respeto en su sufrimiento? Pensemos nos dice el Papa emérito Benedicto XVI, en quienes han perdido el sentido de la verdadera alegría, especialmente, si son jóvenes y la buscan en vano donde es imposible encontrarla; en las falsas diversiones, en el consumismo, en los momentos de embriaguez, en los paraísos artificiales de la droga y de cualquier otra forma de alienación. No podemos tener un sentimiento de íntima unión si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos. Es evidente la incoherencia en quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo de extinción pero permanece completamente indiferente ante la trata de personas, se desentiende de los pobres o se empeña en destruir a otro ser humano que le desagrada.