Nos gustan las estadísticas. La clasificación de la liga de fútbol, los porcentajes de tiros de tres en baloncesto, los datos de afiliación a la Seguridad Social, los sondeos de intención de voto ante unas elecciones… Sabemos que los resultados de las encuestas son menos fiables que la predicción del tiempo hace treinta años. Pero, en fin, los estatistas también tienen que justificar su sueldo.

Se acaba de hacer público el informe Pisa del año pasado. Pisa (Programme for International Student Assessment) es un estudio que se hace cada tres años sobre jóvenes de quince años de sesenta países con el objetivo de comparar los índices de conocimiento y desarrollo educativo. Desde que se realiza el estudio hasta que se hace público pasa un año y unos meses. Los resultados del Pisa 2015 que acaban de salir a la luz no dejan muy bien a nuestro país, y menos a nuestra comunidad. Baleares es la comunidad autónoma con más repetidores. Estamos estancados en ciencias y matemáticas, y por debajo de la media nacional en comprensión lectora. No voy a describir lo positivo de nuestros jóvenes porque no lo encuentro en el informe. Pero sí a denunciar que algo que tiene que ver con la educación no va bien. Porque aunque nos gusten los estudios estadísticos y aunque no nos fiemos mucho de los resultados, los datos están ahí para ser vistos por todos y analizados por quien quiera y, sobre todo, por nuestros políticos, como aquella consellera de Educación que lo llamó informe Trepitja.

Resulta sintomático que cada vez que vienen de fuera a analizar el nivel de conocimiento de nuestros jóvenes se encuentran con una ley educativa nueva. Leyes que producen cada vez peores resultados. En nuestro país, por su sentido mediático y por su rapidez en los cambios educativos, al informe Pisa deberíamos llamarlo informe TelePisa.