La semana pasada, viviendo el tiempo de Adviento, preparación para la Navidad que ya está cerca, os propuse una reflexión sobre la Virgen María como Maestra nuestra para vivir este tiempo. Hoy os propongo otros dos personajes que nos pueden ser también maestros para vivir el tiempo de Adviento: San José y San Juan Bautista.
El tiempo de Adviento nos debe animar a tener una escucha atenta de la Palabra de Dios, ya que Dios se da a conocer a través de su Palabra. A la Palabra de Dios nuestra respuesta, es decir, la oración, una oración personal, familiar y parroquial, y así le presentamos nuestros propósitos de conservar la fe y vivir en armonía con ello. Y la consecuencia de ello es la práctica de la caridad, del amor auténtico y verdadero con todos y muy especialmente con quienes más lo necesitan: los pobres, los necesitados, los sufridos… Y modelo de ello, preparándose para aquella primera y definitiva Navidad fueron también José el carpintero de Nazaret de y Juan el Bautista.
José tenía una vida organizada: tenía un trabajo, tenía una prometida e iba adelante. Tenía sus planes y un día se da cuenta de que su prometida esperaba un hijo del que él no era el protagonista. La ley judía mandaba que si una mujer había sido infiel había que ejecutarla y queriendo tanto a su prometida, la joven María de Nazaret no la denuncia. Iba a repudiarla, en secreto porque era justo, porque no quería que fuera apedreada según lo dispuesto en la Torá. Como nos cuenta el Evangelio de Mateo, el ángel del Señor le manifestó en sueños que ella concibió por obra del Espíritu Santo y que su hijo «salvaría a su pueblo de sus pecados», por lo que José aceptó a María (Mt 1:20-24). José, pues, escuchando la Palabra de Dios, respondiendo a lo que Dios le propone y practicando la misericordia hace posible que Jesús naciera.
Y sigue con esas actitudes: Después del nacimiento de Jesús, habiendo escuchado a los Reyes Magos, Herodes I el Grande ordenara matar a los niños menores de dos años de Belén y de toda la comarca, José tomó al niño Jesús y a su madre y huyó a Egipto (Mt 2:13-18). Al morir Herodes, José entró nuevamente con el niño y su madre en tierra de Israel pero, al enterarse de que Arquelao, hijo de Herodes el Grande, reinaba en Judea, tuvo miedo de ir allí y se retiró a la región de Galilea, a Nazaret (Mt 2:19-23.
San José, pues, un personaje que colabora magnánimamente a la venida de Jesús. Sus ejemplos, pues, nos pueden ser de tanta ayuda para la venida de Jesús a nuestra vida, particular y comunitaria.
Y otro maestro del Adviento es Juan el Bautista, el hijo de Isabel y Zacarías. Su nacimiento fue promovido especialmente por Dios, como lo son todos, teniendo en cuenta la avanzada edad física de sus padres. Dando a conocer esa noticia a María, que era familiar de ellos, se va a ayudarles es ese proceso. María estaba engendrando a Jesús e Isabel a Juan y cuando las dos primas se encuentran Juan desde el seno de su madre ya saluda a Jesús en el seno de su madre. Casi se puede decir que era un reconocimiento de la futura Navidad, del próximo nacimiento de Jesús.
A Juan el Bautista los cristianos lo vemos como el precursor de Jesús, que anuncia su venida y manda hacia Él sus discípulos. Juan el Bautista reconoce quién es Jesús, su papel en la humanidad y no intenta sustituirlo sino ayudarlo, promocionarlo. Una buena acción.
Estamos ya, pues, cerca de la Navidad. El domingo próximo conforme nos vayamos encontrándonos unos con otros iremos deseándonos la felicidad, la paz, la serenidad. Cosas buenas pero no fáciles, Que acogiendo las enseñanzas de estos maestros -el domingo pasado os proponía a la Virgen María y hoy a San José y a San Juan Bautista- seamos personas que acogiendo a Jesús que ha venido que viene y que vendrá colaboremos a la felicidad y la paz de todos, sin excluir a nadie.