En el norte de la tierra Santa está el Monte de las Bienaventuranzas, que he tenido la suerte de visitar varias veces, algunas de ellas con gente de Ibiza y Formentera. Allí, como nos cuenta el Evangelio de San Mateo Jesús hizo un largo e interesante discurso que reconocemos como el Sermón de la Montaña. Es interesante, pues, tener un buen conocimiento de ese texto para nuestra vida. Y una de las expresiones que nos dijo entonces es «Vosotros sois la sal de la tierra…vosotros sois la luz del mundo”. Y como esa expresión es la que en este domingo se escucha en la lectura del Evangelio en las celebraciones de la Santa Misa deseo comentar con vosotros un poco esta hermosa frase. No son palabras dirigidas solo a los Apóstoles: Jesús las dirigió a la multitud que en aquel día le acompañaba allí y por extensión a toda la humanidad, ahora a nosotros.

Y Jesús nos dice que hemos de ser como la sal. La sal bien usada evita la corrupción y da gusto y sabor a las cosas. Al decirnos Jesús que somos la sal de la tierra es como decirnos: tenéis que ser honrados, buenos, dando buen sabor al mundo en general y a la sociedad concreta en que vive, preservándola de la corrupción con el anuncio de la verdad que da Jesús y con la integridad de la vida inspirada en sus enseñanzas. Si los cristianos no somos así, no somos útiles. Como la sal insípida es despreciada, así si los cristianos hemos de dar buenos y sanos frutos, frutos que sean expresión de la verdad de nuestra fe.

Y no quedarnos sólo en ser sal buena en la tierra, sino que Jesús nos pide e invita ser luz del mundo, luz para todas las personas, luz que no puede y no debe ser escondida, sino en beneficio de todos.

En cristiano ha de hacer, con sencillez y humildad y no para presumir, que sus obras estén a la vista de todos, como una lámpara que hace luz para todos lo que habitan en una casa, luz que no puede y no debe estar escondida, sino que sirve y ayuda a todos. Haciendo caso omiso de las incomprensiones, de las críticas, o incluso de las persecuciones si las hay, el cristiano debe operar como la luz del sol, frente a todos, para que quien lo vea y le escuche pueda dar gloria al Padre del cielo.

El que obra escondidamente, casi con vergüenza de lo que dice y hacen no solo traiciona su misión de ser luz y guía y orientación hacia Dios del mundo, sino que puede separarse así de la forma de actuar de Jesucristo.

Seamos, pues, con la ayuda de Dios, con la fuerza de la fe, la firmeza de la esperanza y la voluntad de practicar la cridad, sal de la tierra y luz del mundo para todos aquellos que encontremos en nuestro camino en esta tierra porque si n lo somos, fallamos en nuestra llamada a ser y vivir como cristianos.