Jesús, este domingo, nos dice que somos sal de la tierra y luz del mundo. Así como la sal preserva de la corrupción a los alimentos, les da sabor, el cristiano ha de desempeñar estas mismas funciones. Las buenas obras son fruto de la caridad, que consiste en amar a los demás como nos ama el Señor. Una de las pruebas más claras de la caridad es la acción apostólica. Vosotros soís la luz del mundo. Son muchísimas las ocasiones que tienen los laicos para ejercer el apostolado de la evangelización. El mismo testimonio de su vida cristiana y las obras hechas con espirítu sobrenatural tienen eficacia para atraer a los hombres hacia la fe y hacia Dios. Alumbre asi vuestra luz ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos. Dice Jesús:» No se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa.

Todos los cristianos, dondequiera que vivan, por el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra, están obligados a manifestar lo que son: hijos de Dios y miembros de la Iglesia, y esto debemos hacerlo con humildad, pero sin respeto humano.

La obligación del apostolado, es un deber y un derecho que nace y tien su raíz en el Bautismo y en la Confirmación. Los cristianos debemos hablar a Cristo y de Cristo.