En una islas que viven del monocultivo turístico resulta increíble que algunos dirigentes políticos se atrevan a decir que las temporadas turísticas duran ocho meses cuando la realidad es que llegan a los seis meses. Y eso si es que se alcanzan porque para muchos trabajadores de verano, la temporada empieza en mayo y acaba en septiembre. Ibiza se tiene que diversificar y conseguir generar y atraer otro tipo de actividades económicas que creen puestos de trabajo, sí, queda muy bonito decirlo, pero ¿qué se hace para ello? La realidad, hasta ahora parece que no mucho. Otra realidad es que en las Pitiusas todo se mueve alrededor del turismo, incluso en los trabajos de todo el año que no están relacionados directamente con el sector. Ibiza y Formentera tienen potencial para abrir todo el año y captar turistas del norte de Europa deseosos de un poquito de sol, naturaleza, buen clima y buena comida. Y los representantes políticos deberían creer en este potencial para que, a su vez, los empresarios se animen a ofrecer sus servicios en temporada baja e invierno y así poder generar más meses de empleo y que, además, las aerolíneas, visto que hay demanda más allá del verano, se animen a poner más vuelos en invierno que disfrutarán potenciales visitantes y residentes. No tiene sentido acudir a ferias turísticas cuando, por otro lado, se están lanzando mensajes totalmente opuestos. Es contradictorio. Igual que es contradictorio que las Pitiusas no hayan parado de crecer económicamente en todos estos años de crisis y aún tengamos depuradoras obsoletas, emisarios repartidos por toda la isla que vierten residuos al mar, fondeos descontrolados, desaladoras que no llegan a funcionar y que se tenga que adelantar el dinero de colegios e institutos para que se hagan. Pero esto ya es otra historia.