El uso de una palabra que no se entiende muy bien cuando no es necesario debería ser motivo de alarma. Lo que antes se llamaba vientre alquiler desde hace un tiempo es maternidad subrogada, que es un concepto más frío. Cuenten el número de veces que emplean al día el verbo subrogar. Está claro: es un eufemismo. El TSJB ha reconocido a un padre el derecho a la paga por maternidad a cuenta de un hijo, biológico suyo, que tuvo en Estados Unidos por un vientre de alquiler. La sentencia razona que el pago no es por interés del padre sino para que éste pueda cuidar del menor. En su Facebook, el progenitor apenas aparece en una foto sin su hijo y se les ve encantados. A ambos. No hay diferencias con el muro de una madre entusiasta. Los clásicos asombros ante avances del niño que comparte cualquier padre feliz. Es decir, a este señor le ha ido bien la posibilidad de pagar a una mujer para que le geste un niño. Se ha tenido que ir a Estados Unidos porque esa práctica es ilegal en España. La otra parte de la historia se desconoce. Me cuesta imaginar a una mujer soportar las cuarenta semanas de embarazo de forma voluntaria y más tarde un parto por un bebé que luego se llevará otra persona. Por medio hay un pago. Intuyo que tiene que ser alguien que necesite de una forma perentoria el dinero. Si no, se me escapa. Al mismo tiempo, anuncia Cristiano Ronaldo que va a tener gemelos por un vientre de alquiler y cabe imaginar un escenario de ciencia ficción en el que las molestias de la gestación sean sustituidas por un pago. Lo mismo que en el Madrid de Galdós las familias burguesas se hacían con nodrizas gallegas para que la madre se ahorrara la lactancia, en unas décadas se puede demostrar que en un país, la anchura de las caderas de sus mujeres garantizan embarazos sanos. En todo caso, a la hora de abrir el debate es mejor usar un término que se entienda.