Debo pedirles disculpas por la confusión que hemos podido generar involuntariamente con las informaciones sobre los pisos turísticos. No es que sean noticias falsas, pero sí contradictorias. Y no es que queramos confundir al lector, pero me consta que lo hacemos al dar tantas interpretaciones y opiniones sobre un problema que, lamentablemente, nadie sabe cómo atajar. El tema de los pisos turísticos está derivando en un debate esquizofrénico, muchas veces sin ningún sentido. Echo mucho de menos que alguien aporte luz de verdad sobre la problemática y que explique las alternativas para arreglarlo. Hay mucha confusión y, lo que es peor, incapacidad para resolver el problema. Pongamos varios ejemplos. El día que la consellera de Vivienda del Consell, Viviana de Sans, pide que el Govern apruebe un decreto de emergencia habitacional, la presidenta del Govern, Francina Armengol, dice que el Gobierno tiene que cambiar la LAU para que los pisos turisticos sean legales. ¿En qué quedamos? ¿O es legal o es ilegal? Si hay que cambiar una ley para ilegalizarlos es que ahora mismo es legal alquilar a un turista un piso una semana. Imagino que depende del día y de la presión mediática que transmitan los resúmenes de prensa de la mañana. Los días pares, los pisos turisticos suelen ser legales y nadie puede hacer nada para controlarlos y prohibirlos. Los días impares, hay que aprobar decretos de emergencia y cambiar leyes, lo que confirma que es legal o, en el peor de los casos, no está bien regulado. Puede parecer una broma, pero lamentablemente no lo es.

Cuando dicen que van a contratar a informadores para vigilar los pisos turísticos yo me pregunto: ¿Tienen autoridad para revisar contratos de alquiler? ¿Tienen autoridad para comprobar si los pisos ofrecen servicios turísticos? Y cuando detecten un piso turístico, ¿prevalece la doctrina de Sans o la doctrina Armengol? ¿Y qué doctrina de Sans hay que tomarse en serio? ¿La que dice que unas toallas indican un piso turístico o cuando Podemos vota en contra de prohibir los pisos ilegales, que es lo que hizo el viernes en el pleno? Porque si tenemos en cuenta la doctrina Armengol un piso turístico es legal mientras no se cambie la actual LAU. Eso lo ha repetido el Govern y también el sector serio del Consell d’Eivissa desde hace meses.

Sin duda esta semana ha sido ejemplar para aumentar la confusión sobre el problema. A principios de semana el director insular de Turisme, Vicent Torres ‘Benet’, anuncia un plan de choque contra los pisos turísticos. Si son legales y no están prohibidos, ¿para qué un plan de choque? Anuncia que habrá controladores en las calles, que avisarán a los propietarios, y que luego se podrá denunciar. Pero el viernes, voilà, el Consell vota no a una propuesta del PP para prohibir los pisos turísticos. No me quiero imaginar lo que habrán pensado todos aquellos aspirantes a ocupar una plaza de controladores de pisos turísticos al saber que controlarán algo que no está prohibido. Imagino que el día que el Consell anunció que enviaría a controladores a las calles para inspeccionar pisos turísticos el dossier de prensa debía ir muy cargadito de noticias sobre la problemática.

Cuando ya llevamos dos o tres años con este fenómeno, que lo que ha provocado es que no haya pisos para alquilar todo el año y muchas personas no pueden venir a trabajar a Ibiza, se ha constatado con evidencias muy claras que las instituciones actuales no son capaces de resolver el problema. Las del PP tampoco lo hicieron, dicho sea de paso. Y no vieron venir un problema que ahora mismo es dramático para muchas personas.

Pero conviene ponerse del lado del propietario, entender su postura. Durante muchos años los centros históricos de muchas ciudades (Palma, que es la que conozco, es un claro ejemplo) han estado inhabitadas. Los propietarios preferían mantener los pisos vacíos antes que alquilarlos. Las distintas leyes protegían más al inquilino que al propietario y aún hoy el dueño de una casa se siente desprotegido. Tampoco tiene incentivos fiscales para alquilar todo el año y muchas veces lo que ingresa es menos de lo que tiene que invertir para arreglar todas las cosas que estropea el inquilino.

Con centros históricos prácticamente vacíos, casi sin vida, llega el fenómeno de los pisos para turistas. Los mismos que se quejaban del poder de los hoteleros, de que eran los únicos que se beneficiaban de la llegada de turistas, son los que ahora critican que un propietario, que compró una segunda residencia cuando estaba a punto de pagar su primera vivienda, pueda rentabilizar la inversión tras años de una crisis muy dura. Los economistas llaman a este fenómeno economía colaborativa, y se desarrolla en muchas ciudades del mundo. Los turistas, en los centros históricos, van a los supermercados, a las pequeñas tiendas, y a los restaurantes. Están una semana y se marchan. Decir que molestan más que los residentes es una afirmación gratuita y la mayor parte de las veces falsa.

Por lo tanto, tenemos dos problemas: primero, que no hay una legislación clara sobre la prohibición o no de pisos, con mensajes contradictorios. Segundo, que nos rasgamos las vestiduras cuando alguna familia intenta rentabilizar una inversión y los hoteleros dejan de llevarse todo el negocio por la llegada de turistas. Tener una segunda residencia no es ser millonario, no se engañen. Muchas familias, sobre todo antes de la crisis, preferían invertir en un inmueble en la costa y en algún momento dejaron de poder pagar las cuotas de las hipotecas o las abonaban con mucho sacrificio porque alguno de los miembros de la familia se había quedado sin trabajo.

El debate es tan complejo y esquizofrénico que ni el mismísimo Freud sabría interpretarlo.