Cuando llegamos a Ibiza hace unos 15 años la isla nos recibió con los brazos abiertos a pesar de los obstáculos, que siempre los hay, que fueron surgiendo en el camino. En aquel momento una señora llamada Antonia, que siempre recordamos con muchísimo cariño, hizo de nuestro ángel de la guarda y nos ayudó en todo lo que estuvo a su alcance. Durante todos estos años los ibicencos me han enseñado muchas cosas: a ser aún más amiga de mis amigos, a echar un cable siempre que se pueda, a disfrutar de las cosas buenas de la vida y a aprender de las malas. Siempre me ha llamado mucho la atención su hospitalidad y la adoración que tienen por sus padres y sus familias. Creo que me han ayudado en muchos casos a ser mejor persona.

Sinceramente espero que esta fiebre del oro por la vivienda no destruya esos valores por completo. Tener un techo sobre nuestras cabezas y para nuestras familias será en un futuro no muy lejano el anillo de Gollum que todos querrán, que sacará lo peor de nosotros en nuestro afán de hacernos con él sin importar los medios. Imagino un escenario al más puro estilo Mad Max en el que los individuos se maten unos a otros por agua y por casas. Me gustaría pensar que Batman nos salvará de ciudad ‘Caótica’ y de las manos de gobernantes que pareciera que poco pueden hacer para evitarlo.

Aquellos que pertenecieron a la generación de nuestros padres lograron marcar la diferencia estudiando una carrera porque los que lo hacían tenían un mejor nivel de vida y procuraron que nosotros lo tuviéramos también recorriendo el mismo camino. ¿Y qué deseamos para el futuro de las próximas generaciones? Quizás debamos hacer lo posible para tratar de garantizarles un techo para que en esa futura guerra por alcanzar los derechos fundamentales no estén tan mal parados.