Los podemitas y el Pacto en general son deliciosos. Pretenden emerger desde un trampolín de nitidez y transparencia para generar una nueva política renacida en términos de virtud. Vienen a regenerarnos, porque estamos todos podridos ya, forrados hasta el punto de que es un asco. Y han llegado, después de un silvestre proceso bélico entre ellos, tras un poco ejemplar y delirante estado de guerra civil permanente. Tras sobrepasar toda suerte de mordiscos y putadas innombrables.
Una vez aquí, pronto han olvidado la irrenunciable carta cientifista que presenta -oh ilusos- el socialismo histórico. Ellos se consideran científicos del pensamiento, avanzados adalides rigurosos, donde manda el empirismo. Ya se encargó Karl Popper de ridiculizar estas vanas pretensiones de Marx: el socialismo no es científico. Desde la alta teoría, si descendemos al terreno de Baleares nos encontraremos con la misma política espesa y corrupta de siempre. O peor.
Basta ver los métodos extractivos de Jarabo y su empresa dedicada a la imagen, en connivencia con IB3 para ordeñar cifras mareantes de euros, aunque -como hace el PP o el PSOE o los subnormalizadores nacionalistas- bien se cuidó de poner la compañía a nombre de un tercero. O lo que hacen los separatistas de Més para cobrar sabrosos contratos, vía empresa de Garau, exprimiendo instituciones locales gobernadas por las izquierdas y fraccionando los cobros (como hacían los podridos sin regenerar). Incluso Formentera.
Ahora Pepa, la inamovible inmovilista consejera de movilidad nos anima con unas cuantas barbaridades. Y la podemita Viviana Sans ya no trabaja de bombera, pero guarda en la cabeza su metodología científica: por el humo se sabe del fuego y por las toallas en el balcón donde están los malditos alquilapisos. ¿Y nos querían regenerar?