La única solución para Gibraltar no es que el Reino Unido renuncie a su posesión sino que España sea quien entregue a los británicos el resto de su territorio. A ver cómo se apañaban. De punta a punta todos súbditos de Isabel. Lo normal en las últimas décadas es que, de cuando en cuando algún ministro español se acordara del peñón irredento y provocara algún incidente al apelar al patriotismo, o que el ministro principal de Gibraltar causara un lío, que si el paso de los pescadores o los controles en la entrada. Lo inédito de la tensión de estos días es que parlamentarios británicos clamen a su propio patriotismo para reivindicar la posesión. Portadas en The Sun, apelaciones a las Mavinas y una firme defensa de que Gibraltar es inglés. Si en algún momento alguien se hubiera planteado otra cosa de forma seria aún habría explicación. Como no ha pasado, se ve lo mal que están en el Reino Unido a cuenta del ‘Brexit’. La presencia o no del peñón en el tratado que regule la nueva relación entre la Unión Europea y los que se marchan tiene su importancia, pero para los gibraltareños. Tenemos a unos señores acostumbrados a vivir en un paraíso fiscal mientras están rodeados de una de las zonas más deprimidas económicamente de todo el territorio. No es que quieran ser británicos, lo que no quieren ser es gaditanos.

Sin Unión Europea, las ventajas se reducen: fronteras y obstáculos al flujo de capitales. Inquietud más que normal. Si en los 30 años que se ha compartido club con el Reino Unido, en lugar de darse golpes patrióticos en el pecho, los sucesivos gobiernos de aquí y allí hubieran intentado evitar esa situación de paraíso fiscal, sería más fácil arreglarse ahora. Como no ha sido posible, la única alternativa es entregar toda soberanía y exigir vivir como gibraltareños.