Es imposible quedarse callados ante la profunda indignidad que esconde el gesto de permanecer sentados en su escaño de los diputados de Podem Illes Balears. Fue durante el minuto de silencio guardado en el Pleno del Parlament el pasado martes, en memoria de un expresidente del Parlament al que protocolariamente corresponde la dignidad de Molt Honorable, como bien recogen las esquelas publicadas en los diarios. Una vileza así, sumada al vituperio gratuito e innecesario al que le sometió Laura Camargo, la portavoz de Podem, no puede pasar desapercibido y califica a sus protagonistas. Dijo Camargo que Maximiliano Morales «es un político que nunca se ha sacado la sospecha de la corrupción». ¿Cómo podría hacerlo si él siempre se declaró inocente y aún no había sido juzgado? Añadió la diputada: «Pensamos que esta institución debe ser ejemplo de dignidad política». Tiene razón pero ¿acaso contribuye a ello con ese gesto de despreció? Previamente a la dignidad política debe haber dignidad humana. Hay que ser auténticamente mala persona para, no solo no levantarse como hicieron el resto de diputados de la Cámara, incluyendo al presidente Baltasar Picornell, sino para acto seguido hacer declaraciones vertiendo infamias sobre una persona recién fallecida que nadie defenderá. Esa bajeza moral, esa miseria que atesora Camargo, no ha de pasar por alto a nadie. La persona fallecida fue, mientras no se demuestre lo contrario, un servidor público durante muchos años, que incluso ocupó la presidencia del Parlament porque fue democráticamente elegido para ello. «Morales ha muerto sin haber podido ser juzgado por el caso Son Oms», dijo Camargo, lo cual no le impidió a ella ni al resto de diputados de su grupo darle por juzgado y por condenado, sin más pruebas que la sospecha que ellos incuban. Para ellos no existe la presunción de inocencia.