Contaré mi experiencia tras una semana observando el Londres menos turístico. Sin ánimo de ofender a nadie, ante el inminente Brexit es imposible pasear o subirse a un autobús o al metro sin cuestionarse los motivos y las consecuencias del paso hacia el abismo al que se dirige la UE.

Quien deje de lado el circuito turístico más típico de la capital del Reino Unido se encontrará con barrios que ofrecen postales más propias de Medio Oriente que de Europa. Paradójicamente parece que sus votantes no terminaron de entender que -o no fueron debidamente informados- tras su salida de la Comunidad eso que ven como un inconveniente se acentuará porque los que tendrán que abandonar esas tierras serán los europeos y no aquellos que ven con recelo como diferentes.

Alguna o muchas cosas han fallado en esta historia. Europa no ha sabido integrar a los musulmanes y quizás en su mayoría, lamentablemente, ellos no pareciera que hayan hecho propia alguna costumbre occidental, lo que generó más rechazo aún en los autóctonos. La historia del pez que se muerde la cola y la del huevo y la gallina se entrelazan constantemente. La vena patriótica e imperial del pueblo inglés fue llamado a votar y el resultado ya lo conocemos. Se dice que casi el 50% de los europeos residentes en UK ya han abandonado el país y algunos de sus compañeros de trabajo preguntan a los supervivientes porqué deberán hacer lo propio en un futuro.

La política influye directamente en nuestra vida diaria y es algo que tenemos que tener muy claro a la hora de ir a emitir nuestro voto. Para hacerlo informados es imprescindible que el pueblo esté formado en la libertad y la tolerancia, eso que nos falta hoy en día para aceptarnos.