Es una vergüenza que teniendo en la mano una Constitución y una Democracia tengamos autonomías que viven en calma chicha a costa de las demás, como Andalucía o Extremadura, y otras muy ricas, como Cataluña o el País Vasco, que están todo el santo día poniendo el cazo y rebañando la sartén común porque si no se les da parné, o ventajas fiscales, empresariales o cupos, se pueden encolerizar identitariamente o sacarnos un Sabino Arana o un Lluis Llach de la chistera o independizarse: y tenemos que aguantar su permanente chantaje que ya dura desde 1978. Por si fuera poco, en el caso de Cataluña, hay una buena pila de billetes que ha sido malversada por el clan nacionalista de los Pujol. Encima es una pena estar en Logroño y ver que en el horizonte, o sea a unos kilómetros, donde empieza Gasteiz, un montón de empresas que podrían estar en La Rioja pero se deslocalizan de su solar natural para pagar menos porque les favorece ser vascas. Todo esto lo digo porque hace unos días en la plaza Zerolo de Madrid me encontré a quien fuera lendakari y ahora aspirante a presidir un partido estatalista, Patxi López, y le espeté que qué le parecía que el gobierno pepero para poder aprobar los presupuesto condonara un montón de millones de euros a Euskadi y que ese dinero salga de los bolsillos de los contribuyentes que no tienen ventajas autonómicas. El exlendakari Patxi me dijo que estaba de acuerdo conmigo, supongo que para que me fuera lo antes posible. Y me fui y pensé: ¿nos merecemos estos políticos que convierten a España en un país con ciudadanos de primera y otros de segunda que, encima, son los que pagan las facturas de unos insolidarios?