La historia que quiero compartir con tod@s vosotr@s (¿habéis visto qué moderno y políticamente correcto soy?) me sorprendió el otro día en el coche, mientras iba saltando de emisora en emisora de mi radio, es una historia real que está pasando ahora mismo, mientras yo escribo (o perpetro, que sobre gustos…) estas líneas y vosotros (a la mierda la modernidad!!!) os tomáis un ratito para leerlas, y está pasando como quien dice a un tiro de piedra de aquí, vamos, un poquito más abajo de Formentera… en África. Allí, en un parque natural de Kenia, hay un numeroso destacamento de hombres fuertemente armados, cuya misión es vigilar las 24 horas del día, los 365 días del año a… el último macho de rinoceronte blanco del norte. También custodian a las dos últimas hembras de la especie, aunque realmente el que está en un peligro cierto es el macho. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? La respuesta es fácil, un cóctel de ambición, egoísmo, miseria, guerras, supersticiones…y podría seguir, pero estoy seguro que ya os habréis hecho una idea clara del tema.

Lo más triste del asunto y lo que pone más de manifiesto lo miserable de la condición humana, es que nuestro macho ha de estar tan fuertemente custodiado porque al parecer, algunas de las mayores fortunas del mundo… le tienen puesto precio a su cabeza!!! Así es, a pesar de que saben que es el último, que con él se acaba todo, que extinguirán al quinto mamífero más grande sobre la tierra, un animal hermosísimo, pacífico… les da absolutamente igual, les pone más, a unos la idea de tener como trofeo máximo la cabeza del animal, y a otros directamente el poseer el cuerno y sus supuestos y múltiples poderes mágicos (lo que nos demuestra que se puede ser inmensamente rico a la vez que ignorante y supersticioso) y por tales motivos están dispuestos a pagar cifras estratosféricas, y claro, no faltan desgraciados dispuestos a lo que sea para conseguir tamaña preséa,y es que ejemplos no faltan de que en ciertos ambientes y circunstancias la ‘conciencia’ y la ‘ética’, son palabras desconocidas. Por si todo esto que acabo de relatar no fuera lo bastante triste y lamentable, el macho ya ha pasado con creces los cuarenta años, edad más que considerable para esta especie, y las dos hembras no le van muy a la zaga, lo que imposibilita que se reproduzcan de modo natural y convierte casi en imposible que prospere cualquier intento de reproducción asistida, por lo que el cierto futuro del rinoceronte blanco del norte es la extinción y la única esperanza para ellos es que los expertos acumulen y almacenen la mayor cantidad de material genético de la especie y esperar que en el futuro mejoren las técnicas de reproducción o de clonación y podamos traerlos de vuelta entre nosotros. He de confesaros que la historia me impactó por dos motivos, uno por lo triste y cruel del destino del rinoceronte, ya prácticamente extinto por la codicia humana, y (este fue el que me dejó derrotado del todo) el segundo motivo, me asaltó mientras escuchaba el relato y miraba a mi alrededor y pensaba en Ibiza, mi isla, mi casa, mi vida, a la que amo con todas mis fuerzas… y todo lo que le estamos haciendo, cómo le hemos puesto precio a todo, cómo troceamos nuestra tierra, prostituimos nuestro mar, todas las cosas que nos hacen un sitio diferente, vallamos nuestro campo, cortamos caminos, privatizamos playas, desfiguramos la costa, dejamos que animales y plantas invasoras acaben con nuestras especies, se arrancan las algas que hacen de nuestras aguas un cristal transparente, envenenamos el agua potable, separamos entre ricos y pobres… larga es la lista, y todos somos cómplices, por activa o por pasiva. Y así, mezclando en mi cabeza y en mi corazón, relato y pensamiento y sabiendo a ciencia cierta que la extinción nos espera al final de este camino regado de billetes, me sentí avergonzado por todos nosotros, pues no somos más que un puñado de simios pretenciosos… cabalgando a lomos del último rinoceronte blanco.