Las palabras de Jesús que hemos escuchado en el Evangelio dan una gran esperanza a sus discípulos y, consiguientemente, a todos los que creemos en Jesucristo.

Dice el Señor: "en la casa de mi Padre hay muchas moradas, y voy a prepararos un lugar. De nuevo vendré y os llevaré junto a mí para que, donde yo estoy, estéis también vosotros". Los apóstoles no entendían lo que Jesús les estaba enseñando. De ahí la pregunta de Tomás. Jesús explica que El es el camino hacia el Padre. Jesús es el camino, la Verdad y la Vida. Es el camino por su doctrina, pues observando su enseñanza llegaremos al Cielo; por la fé que suscita, porque vino a este mundo para que todo el que crea tenga vida eterna en El; por su ejemplo, ya que nadie puede ir al Padre sino imitando al Hijo. "Nadie va al Padre sino por mí", dice Jesús; por sus méritos, con los que nos posibilita la entrada en la patria celestial; y sobre todo es el camino porque El revela al Padre, con quién es uno por su naturaleza divina. El apóstol Felipe dijo: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le contestó: "Felipe, el que me ha visto a mí ha visto al Padre". Las palabras del Señor siguen resultando misteriosas para los apóstoles, que no acaban de entender la unidad del Padre y del Hijo. "Creedme: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí, y si no, creed por las obras mismas". Las obras de Jesús eran propias de Dios. La manifestación suprema de Dios Padre la tenemos en Jesucristo, el Hijo de Dios enviado a los hombres. Los signos o milagros de Jesús expresan su Divinidad.

Hubiera sido suficiente que Jesús hubiera hecho un solo milagro para hacer patente que El es Dios. Solamente Dios puede obrar milagros. Ni los Santos, ni siquiera la Santísima Virgen pueden hacer milagros. Cuando se atribuyen un milagro a la Santísima Virgen o a un santo, es Dios el que, por intercesión de Santa María o de algún santo hace el milagro.

Recordemos una escena del Evangelio. Cuando murió su amigo Lázaro de Betania, y viendo llorar a los hermanos del muerto, Jesús, muy conmovido también lloró. Aquí contemplamos a Jesús verdadero hombre como nosotros. Cuando ante la tumba de su amigo lo resucita, aquí vemos a Dios. ¡Creo en Jesucristo, Dios y hombre verdadero!