Hay besos que juegan a ser perversos, pero son parte del juego del eterno femenino que nos fascina. Gozo, placer, fetichismo, caer en la tentación para salvarnos, escoger el cielo por el clima y el infierno por la compañía, cortejar a una diablesa que luego resulta ser el ángel sexual que ha devorado nuestro tierno corazón…(a estas alturas de la vida ya sabemos que el corazón es un órgano que se regenera maravillosamente).

Para todo vagabundo sensual enamorado del amor, el polvo del camino y la espuma marina, la exploración más fascinante es surcar el delta de Venus y alcanzar el cucurucho untuoso: My dear Rosebud, I presume.

Cuando cabalga en el aire la inmensa flecha del éxtasis hay que ser gozosa diana porque toda oposición será aniquilada; la voluntad, envenenada; la razón, burlada. La vida es demasiado fuerte y sabia como para pretender domarla con complejos; y para todas las culturas del mundo la diosa más poderosa es la del amor. ¿Será el bosón de Higgs el punto G del universo?

Naturalmente Ella es libre y torea cualquier ordenamiento castrador. No hay juramento en las cosas de Afrodita. ¡¿Cómo puede uno encamarse con una diosa y encima exigir fidelidad?! Para eso están las fuentes de Kanathos donde puede, si así lo desea, recuperar su virgo adolescente, tan celoso para los talibanes del amor. Pero a los vagabundos nos gustan las infieles que caen gozosas en la tentación, libremente o bajo el influjo de lo mágico, porque saben que cada vez que se viola un tabú, sucede algo estimulante.