Puigdemont se va a gastar una partida de los cuartos que le regala Montoro en forma de chorro, se va a gastar la pela es la pela de los que son catalanes, de los ceutíes y también de los ibicencos, en encargar una encuesta para que algún amiguete demoscópico, que tendrá la estelada en el despacho, le diga por qué muchos de los que viven y trabajan en Catalunya son catalanes, pero no son catalanes como marcan los cánones, vamos que no son catalanes como Llach o como Pujol. Se pregunta el Honorable por qué hay tantos catalanes que no sienten el país como él, ni tampoco sienten el asunto ese de los païssos como él, con su Ibiza y Formentera más el Mediterráneo de los almogávares que llega hasta el Partenón. ¿Por qué hay catalanes a los que les gusta el flamenco y los toros?, ¡mecachis!, pensará Puigdemont. Y encima también hay catalanes cabales, muy interesados por la gran riqueza cultural de su tierra que consideran que Catalunya es ya un estado (autonomía histórica) y que piensan que se puede vivir en libertad en España y que lo que quieren es una España moderna, sin corrupción sistémica, con servicios, con trabajo de calidad, con un modelo productivo más equilibrado, con un buen modelo educativo, con separación de poderes y con una Justicia independiente. ¿Por qué esos catalanes, se pregunta Puigdemont, no son independentistas? Y para saber eso tan sencillo, lo mismo encarga unas urnas que una encuesta. Muchos no entienden cómo un Oriol, un Raül y un Carles, más cuatro dirigentes del Barça, puedan decidir en petit comité que un territorio de un país constitucional como es España se desconecte como se desconectó parte del Apolo 6 antes de llegar a la Luna.