Los últimos atentados islamistas deberían suscitar algo más que la consabida exhibición patética de peluches, velitas de colores y flores en el lugar de los hechos. Esa política insolvente e hipócrita llamada Theresa May (pronuncie Zerís si es usted un cursi) parece haber llegado a la conclusión de que «ya basta» (»enough is enough»): pues bien, como declaración de principios no está mal, pero cuando las declaraciones no se traducen en hechos porque lo impide el ajustadísimo corsé de la corrección política, sus palabras se antojan huecas y oportunistas porque lo que se precisa son medidas drásticas que no está en modo alguno dispuesta a adoptar si se tiene en cuenta que décadas de buenismo han convertido a su país en un hervidero de islamistas determinados a la vez a aprovechar las ayudas sociales a cuya financiación nunca han contribuido y a destrozar el sistema que las posibilita para regresar a un medioevo de imposición, sumisión y crueldad.

En Londres el otro día, en París poco más tarde, mañana en Roma, Viena o Colonia … ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que se agoten las existencias de peluches y velitas o hasta que alguien coja el toro por los cuernos y adopte medidas eficaces, lease drásticas, para defender la democracia amenazada? La primera sería adoptar el lema de «pas de liberté pour les ennemis de la liberté», ninguna libertad para los enemigos de la libertad. Nuestras legislaciones garantistas son la mejor garantía de perder a la larga la guerra que nos ha declarado el terrorismo islamista. La segunda, adoptar la única definición de terrorismo que no permite que el terrorista de unos sea el héroe de otros: «terrorismo es la equivalencia del crimen de guerra en tiempos de paz». La tercera consiste en reconocer que el problema existe en lugar de negarlo o camuflarlo vergonzantemente. Botho Strauss lo diagnosticó: «Nuestros intelectuales son amables con el extranjero no por amor a él, sino por furia contra lo nuestro, y acogen con satisfacción todo lo que nos destruye» Churchill lo vio claro: «Pudisteis elegir entre guerra y deshonra. Elegisteis la deshonra y tendréis guerra».

Las sociedades occidentales están en guerra contra una pseudoreligión que es, en realidad, un proyecto político teocrático regresivo y, hasta que no lo reconozcan y actúen en consecuencia, la victoria de los extremistas se irá materializando lenta pero inexorablemente. Las legislaciones de paz no son las adecuadas para tiempos de guerra y por ello necesitan adecuarse a la realidad sin complejos paralizantes. Hasta que esto no suceda, el rosario de atentados de mayor o menor magnitud irá convirtiendo a Europa en un continente atenazado por el miedo y la inseguridad.