Hay un refrán español que dice: «Tres días hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y día de la Ascensión». Hemos celebrado el Jueves Santo el 13 de abril, la Solemnidad de la Ascensión el domingo día 28 de mayo y el día del “Corpus Christi de este año 2017 es hoy domingo 18 de Junio, nueve semanas después de la Pascua. Es una fiesta destinada a celebrar la Eucaristía en la Iglesia católica, reviviendo la importancia que tiene para nosotros.

La finalidad del Corpus Christi (Cuerpo de Cristo) es proclamar y aumentar la fe de los católicos en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento. En este día grande, además de las celebraciones de la Misa se hace en todos los pueblos una digna procesión en la que la Hostia consagrada, presencia real y eucarística de Jesucristo se exhibe en una custodia. Y así en Vila a las 7 de la tarde tendremos la Misa en la Santa Iglesia Catedral y después la procesión por distintas calles hasta la Parroquia del El Salvador de la Marina.

Hoy, fiesta del Corpus Christi, meditamos juntos la profundidad del amor del Señor, que le ha llevado a quedarse oculto bajo las especies sacramentales (...)

Ante todo, hemos de amar la Santa Misa que debe ser el centro de nuestro día. Si vivimos bien la Misa, ¿cómo no continuar luego el resto de la jornada con el pensamiento en el Señor, con la comezón de no apartarnos de su presencia, para trabajar como El trabajaba y amar como Él amaba? Aprendemos entonces a agradecer al Señor esa otra delicadeza suya: que no haya querido limitar su presencia al momento del Sacrificio del Altar, sino que haya decidido permanecer en la Hostia Santa que se reserva en el Tabernáculo, en el Sagrario.

La procesión del Corpus hace presente a Cristo por los pueblos y las ciudades del mundo. Pero esa presencia, repito, no debe ser cosa de un día, ruido que se escucha y se olvida. Ese pasar de Jesús nos trae a la memoria que debemos descubrirlo también en nuestro quehacer ordinario. Junto a esa procesión solemne de este jueves, debe estar la procesión callada y sencilla, de la vida corriente de cada cristiano, hombre entre los hombres, pero con la dicha de haber recibido la fe y la misión divina de conducirse de tal modo que renueve el mensaje del Señor en la tierra. No nos faltan errores, miserias, pecados. Pero Dios está con los hombres, y hemos de disponernos para que se sirva de nosotros y se haga continuo su tránsito entre las criaturas.

Vamos, pues, a pedir al Señor que nos conceda ser almas de Eucaristía, que nuestro trato personal con El se exprese en alegría, en serenidad, en afán de justicia. Y facilitaremos a los demás la tarea de reconocer a Cristo, contribuiremos a ponerlo en la cumbre de todas las actividades humanas. (Es Cristo que pasa, nn. 150-156).