Mientras una zodiac me ofrecía en el esmeraldino Pas d´es Trucadors un mojito preparado con un espantoso spicy honey Captain Morgan (¡hay que usar Havana Club y menos azúcar!), encendí un puro y me puse a pensar cómo en las modernas Pitiusas, además de guardar poco respeto por el sagrado alcohol, se prefiere proteger a las gaviotas antes que a las personas.

¡Qué decir a estas alturas del tsunami de Portmany que provocan unos capitanes mercantes ineptos al entrar en la idílica bahía con sus supositorios náuticos (los llaman fast ferrys)! ¡Se merecen que les pasen por la quilla o el paseíllo por la plancha de la Bounty del capitán Bligh! Una ola gigantesca aparece a los cinco minutos de que pasen tales espantos marinos, despedaza contra las rocas a los incautos bañistas y remueve asquerosamente los fondos.

El alcalde se manifiesta con razón pero sin efecto frente a tales abusos que se repiten cada verano. ¿Es que el Portus Magnus de San Antonio es históricamente menos importante que Venecia?

Al mismo tiempo las barcazas partyboats impiden cualquier siesta con sus decibelios insultantes y provocan un efecto contagio en otros mastuerzos sin respeto alguno por el vecindario.

Sin embargo todos los movimientos políticos parecen ir en contra de los marinos de pequeñas embarcaciones, limitando sus fondeos o el desembarco en Espartá, Conejera, Bledas o Vedrá, allá donde siempre hemos paseado libremente, privatizando unas áreas privilegiadas para no molestar a las gaviotas (en cambio si son cabras, directamente las disparan y abandonan moribundas).

Necesitamos una estrategia más efectiva y menos demagógica.