No parece que la mejor manera de mostrar orgullo y suscitar respeto sea mostrando el culo al aire en lo alto de una carroza de mal gusto; pues ésto es, precisamente, lo que ha ocurrido en Madrid el pasado fin de semana. Tengo amigos homosexuales que están horrorizados ante estas manifestaciones de mariconería, porque como le preguntó en cierta ocasión Lola Flores a un entrevistado:

- ¿Tú eres «hemosexual» o mariquita?

La diferencia es importante y es la misma que hay entre el individuo varonil y el machista o entre el retrato y la caricatura.

Lo que ha padecido Madrid con motivo del «Día Mundial del Orgullo gay» es muy anómalo y dice mucho del sectarismo con el que rige la vida cotidiana de sus ciudadanos esa formación política sectaria que lo hace gracias al no menos sectario Pedro Sánchez, ese politiquillo de tres al cuarto que renunció a la alcaldía de la capital de España para no quedar irremediablemente contagiado de las enfermedades incurables que tan misteriosamente parecen transmitir los votos del PP. Así, mientras esa alcaldía limita el número de belenes callejeros en Navidad con el argumento irrebatible de que no todos somos cristianos, ha permitido ahora la impune violación de varias ordenanzas municipales (limitación de ruido ambiental, derecho al aparcamiento de vehículos por el que se ha satisfecho la tasa de la ORA etc.) como si todos los habitantes de Madrid fuéramos homosexuales. La madriconada de estos días es un ejemplo más de imposición de lo que algunos consideran políticamente correcto y no permiten se debata serenamente, sine ira et studio.

Exaltar comportamientos que, de generalizarse, llevarían a la extinción del género humano es una anomalía que da qué pensar: una cosa es el respeto a la libertad sexual individual y otra muy diferente saltarse el imperativo categórico kantiano y encima alardear de ello.

Nota para víctimas de la LOGSE: el imperativo categórico kantiano reza así: «Handle nur nach derjenigen Maxime, durch die du zugleich wollen kannst, dass sie ein allgemeines Gesetz werde» que, debida y libremente traducido, da el siguiente resultado: «actúa únicamente como si tu comportamiento pudiera convertirse en norma universal».