Mañana se cumplen diez años del hundimiento del Don Pedro en la bocana del puerto de Ibiza. Un accidente que revolucionó a media isla ante el peligro de que las más de 150 toneladas de fuel que llevaba en su interior acabaran en la costa, como tres años antes había ocurrido en Galicia con el Prestige. Pero ni el buque de Iscomar era un petrolero ni las consecuencias eran tan dramáticas como algunos se empeñaban en explicar. Porque todos recordamos a periodistas enfundados en los monos blancos –los mismos que los voluntarios utilizaban para no ensuciarse mientras limpiaban las playas– y con los pies en remojo sacando del agua trozos de chapapote como si toda la isla estuviera rodeada de petróleo y aquello hubiera sido la gran catástrofe del siglo. Nada que ver, por lo que muchos deberían entonar el mea culpa. Sí que es cierto que se cerraron tres playas (tres, sólo tres) y que hubo que buscar a contrarreloj barreras anticontaminación para que la mancha de carburante no se extendiera y llegara al Parque Natural de Ses Salines. La cercanía con el desastre del Prestige hizo que todas las administraciones arrimaran el hombro y pusieran todos los recursos necesarios para que las consecuencias del hundimiento no fueran a más.

Si con los incendios cada vez se han dedicado más esfuerzos y recursos a la prevención y extinción, ¿estaríamos ahora preparados para actuar rápidamente ante un nuevo accidente en nuestras costas similar al del Don Pedro?, ¿Se aprendió algo del accidente y hundimiento del Don Pedro?